Es durante la primera etapa de vida cuando nace el
ego infantil. Dicho en otros términos él bebe es cuidado, protegido,
alimentado, amado. Es el centro del universo, es el nacimiento de su ego.
Pero es durante la segunda infancia cuando aparece
el ego infantil y aborda otras líneas
conductuales. Con la aparición del lenguaje y las emociones entre los dos y
cuatro años el ego infantil se convierte en el amo y dueño de todo adulto que
circunda por su periferia. Y esto lo puedes observar ante el brote de sus
primeros berrinches, sus llantos incesantes, las rebeldías que surgen cuando se
enfrenta o los clásicos no, los caprichos por satisfacer sus deseos o simplemente
las clásicas pataletas. Son proyecciones de un ego infantil que se está
gestando y va descubriendo el mundo de las normas. Las normas que mama cultiva cuando
de comer se trata, lavarse las manos, los dientes, levantar los juguetes, hacer
la tarea y mucho más. Normas que un niño en un primer momento no
comprende y mucho menos atiende debido al ego. Y para ayudarlo a superar este
proceso es necesario mostrarle que no es el centro de casa, que también existen
normas y limites.
El ego infantil no le
permite al niño adaptarse de inmediato a las normas de mama o papa. Sigue a la espera
de que todo se le cumpla, se le provea, se le atienda mínimo deseo y es
aquí cuando surgen las crisis del ego infantil. Se siente a sí mismo como el
centro de toda la existencia y entonces se eleva su ego infantil hasta llegar
el momento de mostrar desenfrenadas conductas
que prácticamente son incontrolables por los padres.
El ego es necesario durante los primeros años de
vida del niño para que se sienta aceptado, amado, cobijado por la familia. Pero llegada la edad
de la independencia el niño deberá enfrentar por si solo las normas y los limites dentro y
fuera de casa. Y en la medida que le enseñes a experimentar, vivenciar, sentir
y enfrentar que existen su ego infantil se adaptara a
cualquier situación que le demande su crecimiento.