El amor es ambas cosas. Es rico y
es doloroso, es agonía y es éxtasis; porque el amor es el encuentro de la
tierra y el cielo, de lo conocido y lo desconocido, de lo visible y lo
invisible.
El amor es el límite que separa la materia y la consciencia, el límite
entre lo más bajo y lo más elevado. El
amor tiene raíces en la tierra que son su dolor, su agonía. Y el amor tiene sus ramas en el cielo que son
su éxtasis.
El amor no es un fenómeno simple, es dual. Es un acuerdo tirante entre dos
polaridades. Tendrás que comprender
estas dos polaridades: una es el sexo, la otra es la oración. El amor es la cuerda tirante entre el sexo y
la oración; parte de él es sexo y parte oración.
La parte sexual tiene necesariamente que traer muchas miserias, la parte
que pertenece a la oración traerá muchas alegrías. Por eso es difícil renunciar al amor, porque
uno tiene miedo de que se renuncie también a las alegrías que vienen con él. Uno tampoco es capaz de estar totalmente en
él, porque todos esos dolores te recuerdan una y otra vez que renuncies a
él. Esta es la miseria del amante: el
amante vive en una tensión tirante.
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