miércoles, 4 de enero de 2017

Enseña al niño a vivir el sentido del tiempo

Niños y niñas en edad escolar, después de los seis años, viven sumergidos en una rutina la cual los lleva a vivenciar el tiempo gracias a lo que hacen en el día a día. Para esta edad los niños ya están familiarizados con el tiempo conocen la hora para despertarse, bañarse, alimentarse, ir a la escuela e incluso conocen el nombre de los días, los meses, los años y está bien pues es un aprendizaje de carácter social o cultural pero justo dentro de este aprendizaje esta contenida la esencia de vivir el tiempo a través de la actividad familiar. Vivir el sentido del tiempo es la propuesta que te invito a propiciar en niños y niñas sobre todo ahora que inicia un nuevo año. Este es un mes idóneo para enseñar a niños y niñas a no caer en el hacer las cosas automáticamente, a reaccionar porque es un deber o sentir lo que hace como una pesada carga para ello te propongo que te propongas una meta, la meta de sentir tu tiempo mediante tu vida diaria y la de los niños, es tan simple que basta con poner al alcance de tu vista, entre tus accesorios, tu recamara e incluso colgar sobre un pendiente un recordatorio, anclaje, amuleto, calendario, agenda e incluso un pegote que te recuerde la prioridad del año; “vivir el tiempo” para enseñarles a los niños a sentir su tiempo. Quizá tu mente te dicte en este instante que me lees; “eso es imposible sobre todo en estos tiempos” pero justo ahí empieza la propuesta, si ya tienes preparado lo que elegiste para sentir “tu preciado tiempo” ante cada pensamiento bloqueante corre a tocar, sentir o plasmar tal sentimiento en eso que has elegido, en ello reside la propuesta; detectar aquel sentimiento que te roba el tiempo, sencillamente es rescatar tu tiempo, es vivir la vida, es sentirte y no perder el tiempo entre ansiedades o preocupaciones. Y si de pronto surgiera un imprevisto, premura o ansiedad por algún motivo pues justo en ese momento recuerda el propósito del año y pasado el evento regístralo en "eso" que hayas elegido, así de simple es vivir el tiempo sin permitir que te atrape la negatividad, solo es cuestión de descubrirla para que se evapore. Y si lo enseñas de igual manera a tu hijo o hija pues ese calendario o agenda que has elegido previamente se convertira en un amuleto de la suerte porque fue un recurso que te ayudo a impregnarte de salud emocional. Basta un propósito de año nuevo para invitar a la serenidad entrar a tu hogar y si los niños se inician contigo en esta práctica pues los inicias a conocerse, sentir su estado de ánimo, registrar sus negatividades. Y si eres constante, para cuando concluya este  dos mil diecisiete te aseguro que abras enseñado al niño a perseguir metas de vida y crecimiento interior. 

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Amar a los hijos

Diciembre es una temporada para profesar amor, es un mes para recordarnos que el amor no solo late en estos días, el amor es eterno, no tiene día, mes o año es espontáneo, es vida. Diciembre se me antoja para dar un giro a tan increíbles desbordamientos de afecto, convivencias, parabienes y reencuentros para adentrarme a las entrañas del amor, para sumergirme a eso que nos transporta a increíbles círculos de unión.  Un mes donde uno sencillamente se siente arropado por ese calorcito afectivo que se intensifica durante estos días. Todo depende del que tanto estas familiarizada con el amor, pero no el amor hacia otros, hablo del amor que te habita, hablo de ti, del que tanto eres amor y no es una cuestión de cursilerías no, es una cuestión de sensibilidad, del que tanto te amas, respetas y lo prodigas a tus hijos, independientemente del día, mes o año que vivas. Porque es un hecho que si te amas, no tienes necesidad de buscar como amar a tus hijos, el hecho se da, así de simple y mágico es el amor: sucede. Y para saberlo ámerita un buceo a las profundidades de tu Ser porque solo conociéndote sabrás la verdad, la realidad de lo que te habita.
Desde mi experiencia el amor no requiere de definición, búsqueda o adquisición sencillamente se manifiesta en el día a día, en lo que haces, dices o piensas, toda manifestación de vida revela si el amor te habita. Quien mana amor es eso; es amor, todo él o ella es amor y no hablo de ser caritativa o bondadosa no, hablo de que sea cual sea tu carácter si el amor te habita destilas eso y ello sí que es una divinidad para niños y niñas que tienen la fortuna de vivir, convivir, desarrollarse y crecer bajo halos de amor envolviéndolos de celestiales energías. Quien tiene la fortuna de vivir y convivir con tales almas se empapan de la fuerza y el poder que da el amor, se cristaliza en la mirada, se siente en la cotidianeidad, se respira en el convivir. Amar a los hijos es sencillamente amar desde nuestra esencia y nuestro actuar. La proeza de amar a los hijos esta cimentada bajo la toma de conciencia de nuestros actos hacia ellos y si uno se arriesga a descubrir si es realmente amor lo que se está profesando en los niños, uno realmente vive en comunión con la vida.

Amar a los hijos al educar

El hecho de educar a un niño o una niña es ideal para autodescubrirse. Autodescubrir si educas con amor... y no confundas "educar con amor" con el tolerar o tener paciencia. Educar con amor es apelar a la empatía y a la solidaridad. Si educas desde la comprensión, desde el comprender que un niño o una niña no piensan como tú, que recién está adentrándose a eso que se llama aprender, que recién está configurando sus estructuras de pensamiento pues estamos hablando de que actúas con solidaridad hacia él o ella.  Al educar a tus hijos bajo la perspectiva del amor realizas prácticas constantes para descubrir cómo eres cuando enseñas. Es la vía ideal para descubrir si educas atendiendo tus capacidades y respetas las capacidades del niño, es la vía para crear  una simbiosis de entendimiento entre ambos, es mostrar al niño como es adquirir nuevos conocimientos bajo la magia del amor. Lo mismo sucede al educar las actitudes y comportamientos del niño, si comprendes que una emoción infantil semeja un apacible o un feroz volcán en erupción pues estas educando comportamientos infantiles desde la empatía actúas fortaleciendo un alma infantil y eso hace sentir bien a cualquier niño o niña. Pero si educas porque lo mandas tú, con reactividad,  porque te sentiste ofendida o atropellas los sentimientos del niño pues permíteme decirte que eso no es educar mucho menos amar a eso es incinerar tan bello sentimiento; el amor y no solo en el niño, también en ti. Desde mi punto de vista amar a los hijos al educarlos es sentirlos, guiarlos en actos tan simples como el lavarse las manos hasta elaborar complejas ecuaciones bajo la esencia de la comprensión.


Amar a los hijos al disciplinar

Un padre o madre que concibe la disciplina como un medio para que el niño logre autorregular su vida de adulto, es una madre que logro disciplinar valiéndose del amor y a eso le llamo actuar bajo una reverenda sabiduría e inteligencia. Sabiduría porque actuó atendiendo y comprendiendo las conductas infantiles del niño. Inteligente porque es una madre consiente de las conductas agresivas, hostiles, rebeldes y hasta caprichosas de un niño, sabe que son propias de su edad y en la medida de lo posible no actúa como el niño tratando de imponerse, ganar o ser agresiva con ellos por el hecho de ser la autoridad en el hogar. Son padres que saben emplear la templanza para comunicarse con el niño, con sencillez, claridad y ecuanimidad. Son padres que justo cuando el pequeño entra en algún tipo de crisis saben mantenerse a la periferia del estallido emocional. Un padre que disciplina desde esta perspectiva, sin caer en la desestabilidad emocional, es un padre o una madre que proyecta sabiduría porque sabe mantenerse emocionalmente sobrio (a). Es una madre que al pasar el estallido emocional espera a que el niño se recupere para abordarle inteligentemente y darle unas breves palabras, no para reclamar su mal comportamiento o advertirle de no volver hacerlo no, eso no es ser inteligente, eso es controlar una pequeña alma, espera para dar unas palabras de sabiduría al niño, unas palabras que aclaren sus emociones y calmen su efervescencia a eso le llamo disciplinar con amor y comprensión.







Inocencia




La inocencia son unos ojos llenos de asombro, sin saber nada, sin tener nada, sintiéndose en la cima del mundo. Son momentos dorados de alegría, de ninguna tensión, preocupación, ansiedad son momentos para no olvidar jamas.

Segunda infancia



En la primera infancia la inocencia es natural, llega contigo al nacer; sucede a todos. En la segunda infancia la inocencia es el triunfo más grande, no le sucede a todo el mundo. La segunda infancia llega a través de todo tipo de experiencias, es desarrollada, centrada, madura. Es una sensación para sentirse bendecido por tal experiencia. La segun­da infancia es el significado existencial de la medita­ción y a partir de ahí es el gran peregrinaje de regreso a casa, a esa casa que nunca has dejado realmente, que es imposible aban­donar, porque eres tú dondequiera que vayas, te encontrarás allí.

Comportamiento lúdico

El día en el que empecemos a aprender el lenguaje de los pájaros, de las abejas, de la naturaleza será una tremenda revolución pues todos ellos tienen sus maneras de comunicarse. Pero no es así, el corazón siente una pequeña tristeza, porque no hemos sido capaces de aprender a comunicarnos con los seres humanos, y llevamos aquí millones de años. ¿Qué tipo de sandez es ésta que no reconocemos que nos pertenece el resto de la humanidad y que nosotros también le pertenecemos. Todo lo que el hombre ha hecho no ha sido más que destrucción, ha derrochado energía, esa misma energía, ese mismo esfuerzo habría hecho de este mundo el milagro más grande de todo el Universo.
Pero no nos entendemos unos a otros podríamos estar hablan­do el mismo idioma, pero no se espera que nos entendamos, lo que se espera es el malentendido. Por eso las gentes se esconden unos de otros, esconden su infancia, esconden su inocencia, se protegen de todo el mundo, de otro modo verías niños, jóvenes y ancianos todos juntos jugando en este jardín terrenal, disfrutando, riéndose, divirtiéndose.
Sólo un comportamiento lúdico, infantil, inocente es es lo que me gustaría llamar comportamiento virtuoso, religio­so, espiritual.... no sólo humano, sino divino. En el momento en que eres tan inocente como un niño has trascendido la humanidad, has entrado en el mundo de lo divino.