viernes, 11 de enero de 2013
En una relación
Si una esposa y un marido nunca se enfadan, puedes
estar seguro de que entre ellos no hay amor.
Eso es absolutamente seguro. Pero si se enfadan de vez en cuando, si se
enfadan de verdad, esa ira lo refresca todo. De hecho, cuando la ira haya
desaparecido volverán a tener otra luna de miel. Ahora todo es fresco. Están en otra parte, se vuelven a
enamorar. La eternidad del amor es
enamorarse una y otra y otra vez. Si no
hay ira, verdadera ira, si estás hirviendo por dentro y vas con una sonrisa en
la boca porque eres su marido y ella es tu esposa, la ira traerá problemas; si
sonríes entonces, esa sonrisa será falsa.
Y la esposa notará que tu sonrisa es falsa; y tú también sabrás que su
sonrisa es falsa. Estarás viviendo una
vida falsa en tu hogar. Y esa falsedad
se va incrustando tanto que olvidas por completo lo que es una sonrisa
verdadera, lo que es un beso verdadero, lo que es un abrazo verdadero, te
olvidas por completo. Sin embargo, repites los gestos: abrazas a tu esposa, la
besas, pero estarás pensando en otras cosas. Repites los gestos, pero no son
más que gestos, impotentes, muertos.
¿Cómo vas a llevar una vida plena?
Así que yo digo que incluso las emociones negativas, si son reales, son
buenas; y si son realmente auténticas, poco a poco, su propia autenticidad las
transforma. Se van volviendo más y más
positivas hasta que llega un momento en que toda positividad y toda negatividad
desaparecen. Tú simplemente mantente
auténtico: tú no sabes lo que está bien y lo que está mal, tú no sabes lo que
es positivo y lo que es negativo. Así que simplemente sé auténtico.
Esta autenticidad te permitirá ver un destello de lo
real. Solo lo real puede conocer lo real, solo lo verdadero puede conocer la
verdad, solo lo auténtico puede conocer lo auténtico.
jueves, 10 de enero de 2013
Estirandose
Estimula al pequeñito a estirarse. Para ello
solo recuéstalo boca arriba y coloca un juguetito muy cerca de sus manitas para
que intente agarrarlo. Motívalo y platícale para que lo tome, hasta que alcance
agarrarlo. Repite nuevamente el acto. Recuerda que la finalidad es lograr que
el pequeño estire su cuerpecito.
Inteligencia sometida
Muchos de los
conflictos que vive el adolescente, por no decir todos, sin excepción,
constituyen episodios absolutamente normales durante el desarrollo del
adolescente. Esta normalidad sin embargo no evita que los adolescentes vivan
esta etapa con incertidumbre y ansiedad. Así los brotes de emotividad, las
crisis internas, acompañados por los cambios físicos y hormonales propios de la
edad y es durante esta etapa cuando estas incidencias se ven reflejadas en el
rendimiento intelectual. Los maestros y profesores, sobre todo, saben
perfectamente que suele ocurrir en estas edades. Los alumnos que habían venido
trabajando con resultados más que excelentes demostrando un nivel óptimo de
inteligencia, de repente entran en una fase de desconcierto y retroceso, tienen
dificultades de comprensión y concentración en clases y para realizar las
tareas escolares en casa y todo ello se ve reflejado en las calificaciones, los
reportes, o las llamadas de atención.
Aunque
los conflictos que vive el adolescente constituyen episodios inevitables sucumben temporalmente a la incertidumbre y a la
ansiedad. Y es tal la exigencia del adulto que de una u otra manera reaccionan
poniendo en juego todos sus recursos cognitivos.
Es decir los
adolescentes de ambos sexos deberán poner en juego toda su capacidad
intelectual para afrontar y resolver los inevitables conflictos que conllevan
la adolescencia.
No Compares
Nunca compares a un niño con otro diciendo: «Mira,
¡el otro ha hecho un trabajo mejor! » Es feo, es violento, es destructivo para
su espíritu. Estás destruyendo a ambos niños. Al que le dices que ha hecho una
pintura mejor, su ego se inicia a elevar, el sentimiento superioridad inicia a
salir. Y aquel que ha sido censurado se empieza a sentir inferior culpable,
impotente, y lo más grave; desconoce el camino para ser mejor. Has abierto las puertas
de la enfermedad: ‑superioridad e inferioridad‑, ¡nunca compares, sea niño o
sea adulto!
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