Nunca compares a un niño con otro diciendo: «Mira,
¡el otro ha hecho un trabajo mejor! » Es feo, es violento, es destructivo para
su espíritu. Estás destruyendo a ambos niños. Al que le dices que ha hecho una
pintura mejor, su ego se inicia a elevar, el sentimiento superioridad inicia a
salir. Y aquel que ha sido censurado se empieza a sentir inferior culpable,
impotente, y lo más grave; desconoce el camino para ser mejor. Has abierto las puertas
de la enfermedad: ‑superioridad e inferioridad‑, ¡nunca compares, sea niño o
sea adulto!
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