lunes, 28 de marzo de 2022

PadreNuestro

Hay una niña muy pequeña (solo tiene cuatro años), pero que sabe el padrenuestro tan bien como cualquiera de los demás. Su madre se sienta cada noche junto a su cama para oírla. Después la besa y se queda a su lado hasta que ella se duerme, cosa que generalmente sucede cuando cierra los ojos.
Esta noche sus hermanos mayores estaban muy alborotados y su madre los callo pues la pequeña iba a rezar su plegaria. La pequeñuela de cuatro años se encontraba en la cama, en medio de la fina blancura del lino, sus manitas estaban juntas y tenía el rostro serio y grave.
Padrenuestro −empezó en voz alta.
−Pero ¿Qué es esto? −pregunto su madre, interrumpiéndola−. Cuando decías “el pan nuestro de cada día danos, Señor”, has añadido algo que no he podido oír bien ¿Qué decías? Vamos, dímelo.
La pequeñuela vacilaba, mirando temerosa a su madre.
− ¿Qué dijiste después de “el pan nuestro de cada día danos, Señor”?
−No te enojes mamita querida −contesto la pequeña−.
Dije: “con mucha mantequilla, por favor”

Virtudes y valores se hayan ocultos por doquier, en la inocencia, sobre todo. La inocencia refleja la verdad aun y cuando no se repita una consigna al pie de la letra. La verdad brota de la fuente infantil a costo de todo. Si un breve relato deja entrever una poderosa virtud “la verdad” como no darnos cuenta que poseemos una increíble oportunidad de comulgar con nuestros hijos e hijas afianzándonos de virtudes y valores. Por cada detalle, conducta, reacción o acción que mires en un niño o niña, antes de decir algo detente apreciar de corazón a corazón las  virtudes o valores brotando cual manantial de agua pura. Si lo haces a conciencia no dejaras pasar regalos excepcionales que la vida te está otorgando.

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