Enseñar a un
niño a manejar la frustración pasa necesariamente por ponerle límites y hacerle
ver las consecuencias de lo que hace. Cuando un padre o una madre no pone
límites porque le da pena «frustrar» continuamente a su hijo, es cuando de
verdad está perjudicando gravemente al niño. La convivencia es mucho más grata
para todos cuando existen unas normas claras.
Todos hemos
sentido ansiedad en numerosas ocasiones. La ansiedad nos bloquea y nos impide
comportarnos con normalidad los niños la viven aún con mucha mayor intensidad
porque no han aprendido a manejarla. El aprendizaje de esta emoción necesita
especialmente del apoyo de los padres y las madres. Tenemos que enseñarles a
reconocerla, a saber manejarla y, con el tiempo a superarla. Este
aprendizaje es muy lento, pero vale la pena insistir, porque en el futuro les
será muy útil.
La envidia es
una emoción que hemos sentido todos alguna vez. Al igual que en la mayoría de
las emociones, no es fácil identificarla porque se juntan muchos sentimientos
contradictorios. Además, es frecuente que hacia la persona envidiada se sienta
una mezcla de admiración y odio, por la cualidad que ella tiene y tú no tienes,
lo cual la hace aún más difícil de manejar. Una labor importante de los padres
y las madres es enseñar a identificar las emociones, a ponerlas nombre dotar a
los hijos de un vocabulario emocional es imprescindible para que ellos puedan
luego reconocerlas.
La autoestima
es la columna vertebral sobre la que se mueve nuestra capacidad para tomar
decisiones y de aceptar retos. Cuando un niño tiene baja autoestima, no tiene
ganas de poner a prueba sus capacidades. Prefiere no arriesgarse porque está
convencido de que fracasará. Cuidar y reforzar la autoestima de los hijos debe
ser una prioridad de los padres, ya que sobre ella construirán su futuro.
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