miércoles, 27 de junio de 2018

Vivir solo no es vivir solitario


Aunque la soledad encabeza frecuentemente la lista de los problemas comunes de los divorciados, su  significado profundo tiene muy poco que ver con el hecho de vivir solo. La soledad es tan común en muchos matrimonios que dos pueden sentirse tan solitarios como uno. La esposa arriba tendida en la cama y el marido cabeceando frente al televisor abajo. Lo cual coincide con la primera hora del siguiente día; la señora en la cocina y el señor en la sala, marido y mujer que únicamente hablan de asuntos relativos a los hijos. ¿Puede haber algo más solitario que esta clase de enajenación?
Todos sabemos que se puede estar solitario entre la multitud, pero en los primeros meses del divorcio todavía atribuimos nuestros sentimientos de “solitariedad” al hecho de vivir solo. La solución en esos casos es una agitada vida al trabajo, social o de relaciones pasajeras cuyo único propósito es el de impedir estar solos con nuestra soledad. Aunque estas válvulas de escape puedan llenar muchas grietas de la existencia cotidiana, grietas por la ausencia, no son soluciones para la “solitariedad” además si se recurre a ella en exceso pueden resultar más destructivas  que constructivas. Para superar el agudo sentimiento de soledad se debe comprender y reponerse del sentimiento de pérdida y abandono desencadenado por la separación. Al sobrevivir a estos sentimientos se llega a descubrir  que la supervivencia emocional depende de ti y no de otros.

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