Roberta, de treinta años, no
comunico su divorcio a sus padres hasta tres meses después de que su marido se
había mudado de domicilio: ”lo primero que me pregunto mi padre fue si yo había
hecho todo lo posible para salvar el matrimonio y cuando le conteste
afirmativamente acepto mi decisión. Mi madre confeso su alivio. Aún antes que
yo sabía que las cosas no marchaban bien. Creo que todo se reduce a lo
siguiente: cuando los padres ven sufrir a sus hijos hasta los más conservadores
prefieren el divorcio al dolor continuo. Desde que hable con mis padres, mama y
yo nos hemos vuelto más comunicativas. Si ella hubiera confiado en mí antes y
me hubiera dicho ciertas cosas sobre su propio matrimonio, yo habría estado en
mejor posición para entender el mío. Siempre había creído que la vida conyugal
de mis padres era perfecta, pero ahora resulta que han tenido tantos problemas
como el resto de nosotros. Las mujeres se muestran muy poco dispuestas a
comunicar a sus padres que se han divorciado. En las etapas iniciales del
proceso, sienten que sus padres las culparan de lo sucedido, pero una vez que
han aceptado la contingencia, descubren que sus padres también son personas con
capacidades insospechadas para mostrarse comprensivos.
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