Durante el cuarto año de vida, los
niños actúan como si cada vez tuvieran menos coordinación. Es clásico que se
tropiecen y se caigan más que antes, que
se les enreden los pies al correr, que tiren todo. A veces pueden comenzar a
tartamudear a repetir varias veces una
palabra y a favorecer o detestar ciertos sonidos. Esta aparente torpeza física
y verbal surge porque el niño está luchando por orquestar pensamiento, lenguaje
y movimiento. Ahora comienza a reunir sus capacidades en un solo evento, es
decir llego el momento de hablar, pensar y actuar. Es tiempo de reorganizar,
integrar y equilibrar un todo y es tan natural que lo padres no lo ven así por
lo que que deberán lidiar con los infortunados accidentes que se les presenten y
las llamadas de atención que reciba de sus padres por cada accidente.
Desafortunadamente es común que los padres reaccionen como si el niño careciera
de facultades, no se percatan que es parte de su desarrollo, se dejan llevar
por la ansiedad o la falta de paciencia tratando de ayudar al niño a resolver
sus problemas, dándoles indicaciones o
reprimiendo sus conductas. Si tan solo supieran que es parte de su desarrollo y
contrario a reprimir o hacer las cosas por ellos les permitieran tener sus propias
experiencias el niño atravesaría fácilmente esta faceta. Es decir si llegas a
escuchar que el niño (a) tartamudea tan solo dale tiempo para pensar, estructurar
sus ideas y dejarlas salir con palabras, dales confianza para que se tomen su
tiempo antes de evocar palabras atropelladas. Con actitudes de este tipo eliminas
la ansiedad en ellos y obvio que el tartamudeo se resuelve e incluso si por una
vez tienes paciencia cuando el pequeño derrama la leche y le provees de
servilletas y otro vaso para servirse nuevamente pues sencillamente colaboras
con él o ella para reforzar sus habilidades y no entorpeces su madurez a medida
que crece.
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