miércoles, 4 de abril de 2018

8 y su vida escolar


Ocho gusta de la escuela y hasta le disgusta quedarse en la casa, en especial si ello significa perderse algún acontecimiento especial. Aunque no obtenga resultados del todo buenos en su trabajo, aunque sus relaciones con la maestra no sean demasiado buenas está más capacitado para permanecer en la escuela. Existe mucha mayor relación recíproca entre la casa y la escuela. Ocho está más interesado en su grupo escolar y quisiera que su maestra llegara a formar parte de ese grupo. Los niños de ocho entran al aula con entusiasmo (a menos, como es lógico, que se trate de uno de esos días malos). El niño de ocho puede desviar la mirada muy fácilmente del pizarrón a su pupitre. Trabaja con mayor independencia que a los siete y no necesita la proximidad de la maestra. El impaciente niño (a) de ocho no puede esperar que se le impartan instrucciones y aunque aparentemente las comprende necesita que se las repitan. A menudo, después de haber trabajado cierto lapso, se detiene para hablar con su vecino, diciéndole que debe hacer, preguntándole que página está leyendo pero puede retornar rápidamente a su trabajo. Le agrada usar el pizarrón y trabajar en su cuaderno. Dedica su preferencia a la última tabla de multiplicar que ha aprendido, le agrada pasar de un proceso a otro, sus desplazamientos pueden incluso ser automáticos; en medio de una multiplicación, saltara probablemente a una suma o a una sustracción y algo le advertirá que su mente le está jugando malas pasadas.

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