Una vez una madre y su hijo
estaban en el consultorio. Ella le decía con voz alta, “¡siempre estas
gritando!” El hijo respondía suavemente “¡la que grita eres tú! La señora lo
negó. Y como generalmente grabo este tipo de terapias. Regrese la grabación y pedí
a la señora que se escuchara. A lo que contesto con mucha seriedad. “¡Por dios
como grita esa mujer!”. Ella no tenía la mínima idea del sonido de su voz, solo
se percataba de que no lograba comunicar sus pensamientos porque sus gritos los
acallaban.
Probablemente habrás estado entre
gente cuyas voces son agudas o estridentes o quizá muy apagadas, como la mía
cuando iniciaba hacer videos, o quizá hasta aburridas. Con ello te quiero decir
que la voz juega un papel vital dentro de una comunicación sana. La voz es la más
dulce melodía que guía a un hijo ante situaciones formadoras o desbordantes, placenteras
o desestabilizantes. Cuando estas
impregnada de serenidad la voz que emanes no saldrá abrasivamente,
acaloradamente o melosamente para convencer al niño, saldrá divinamente
manifestando determinación o amor. Tu voz
será cual dulce sonido que guía al niño
por el sendero de las virtudes y los valores.
Si eres capaz de conocer las tonalidades de tu voz ante la infinidad
de estados anímicos que vives en el día a día, estarás en condiciones de tocar
el corazón de tu hijo con tu voz aun en las peores circunstancias. Entonces el sentido
de la palabra cobra vida, se impregna confianza y seguridad porque un niño da
por hecho que de la boca de mama o papa NO salen gritos, amenazas o chantajes,
emanan virtudes que invitan a ser escuchadas. Si conoces tu voz, conoces como
es una comunicación nutridora en tu familia.
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