Una señora le
pregunta a A.S. Neill:
"Mi hijo de ocho años interrumpe constantemente
mis conversaciones con mi esposo. No queremos acorralarlo y ahogar su
personalidad. ¿Qué podemos hacer al respecto?"
Neill responde:
"Es difícil contestar cuando no sé qué clase de
padres son ustedes. Lo más probable es que hayan dado a su hijo más licencia
que libertad, y ahora están cosechando tempestades.
En una de tantas
investigaciones que he examinado y lo que le digo en
general a los padres es lo siguiente: No permitan que su hijo los domine, si
ustedes no lo controlan, no dejen que los interrumpa, si ustedes no lo interrumpen
a él. Los padres deben aprender a decir al hijo 'no' cuando el 'no' es
necesario y no deben permitir que su hijo los intimide.
Los hijos intimidan a los padres, o los padres
actúan como intimidados. Tienen miedo de expresarse libremente.
Eso no es darles libertad, ni otorgarles respeto es
engañarlos, mentirles. Los hijos olfatean, y aprovechan ese miedo para dominar
más y luego se hace cada vez más difícil retener al nene para que deje de
sacudir el avión.
La libertad —dice A. S. Neill— debe ser válida para
ambas partes. El niño debe gozar de libertad para hablar sin que lo
interrumpan, y el padre debe gozar de libertad para hablar sin que lo
interrumpan.
Regla de oro. Tan sólo hay que atreverse a
aplicarla, no es fácil, se dice fácilmente, pero no es fácil manejarse con ella
en la realidad porque implica responsabilidad recíproca y límites para ambas
partes. La explosión momentánea no es
libertad, decir lo que quieras, cuando quieras, donde quieras y sobre todo como
quieras, en el lenguaje que quieras, no es libertad es explosión y puede
entenderse como liberación momentánea. Sólo
padres que saben poner límites a sus
hijos podrán transmitir el mensaje a sus hijos.
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