Cuando un niño no ha contado con el tiempo
suficiente para madurar aquella primera inteligencia práctica que dará cabida a
las estructuras del pensamiento tenemos
como resultado un niño con un bajo
rendimiento escolar. Atraso cuyo origen se halla en el orden de la asimilación
y la acomodación cognitiva. Siendo más específica, este atraso lo podremos
observar en las calificaciones escolares que el niño lleva a casa. Todo
resultado escolar pone de manifiesto donde está fallando el niño, o dicho en
otros términos; un conflicto cognitivo. Por lo general encontramos que suelen
ser los aspectos matemáticos o el proceso de leer y escribir. Procesos que a
medida que avanza el niño en su aprendizaje se enfrenta con diversos conflictos
cognitivos. Conflictos ocasionados por la falta de comprensión, el análisis o
la lógica. La importancia de resolver este conflicto infantil oportunamente es
determinante para llevar al niño a madurar las nociones elementales de las
estructuras lógicas, estructuras que debieron ser asimiladas y comprendidas
durante su primera infancia. Porque digo que es vital atender estas estructuras
de pensamiento cuando miramos un fracaso escolar inminente, porque si cometemos
el error de obligar, intimidar o coadyuvar el aprendizaje del niño mediante
exigencias severas, contrario a atender oportunamente el conflicto cognitivo lo
que ocasionamos es un atraso escolar más severo.
Cuando un chico carece de estas estructuras del
pensamiento para atender las múltiples operaciones nacientes de una vida
escolarizada, sólo va cubriendo
parcialmente campos limitados de aprendizaje. Estas limitaciones hacen referencia
al sentido y madurez de las operaciones iníciales, a las que se llama
“concretas”, operaciones que aún están carentes de comprensión, pues las
reuniones, seriaciones, correspondencias, etc., ejecutadas durante la primera
infancia, aún carecen de una asimilación y acomodación correcta para dar paso a
un pensamiento lógico.
Pero que hacer como padres de un niño que enfrenta
un fracaso escolar?
De entrada realizar una evaluación psicodiagnóstica
para precisar el origen del fracaso escolar.
Enseguida atender los resultados de la psicometría
desarrollando un programa terapéutico enfocado a la vida escolarizada del niño
y en especial en el conflicto cognitivo
que presenta el niño.
Y por último generar un seguimiento continuo
respecto al avance escolar del niño hasta llevarlo al equilibrio cognitivo que
tanto le está urgiendo su vida escolar.
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