Para el adulto un periodo muy importante en el
desarrollo del niño es la crisis de los tres años, el cual se caracteriza como
una fase dominada por la obstinación, por la necedad de los niños de hacer solo
lo que ellos quieren. En esta etapa, que normalmente es de corta duración, el
niño experimenta profundos cambios tanto de ánimo como de capacidad
intelectual. Es difícil manejar a los niños durante estos periodos de crisis,
debido a que están afectados por profundos conflictos externos e internos.
No pueden aceptar las normas más elementales de la
convivencia social, pero al mismo tiempo son obstinados, en muchas ocasiones no
saben en verdad que es lo que verdaderamente quieren. Se obstinan en algo que,
si se les da de inmediato, como a veces lo hacen los padres con tal de que el
niño no de lata, el niño, que en verdad espera una negativa o un regaño; se
muestra confundido.
Que aparezca una crisis de esta naturaleza en un
niño no es algo raro. Lo que ocurre dentro de él es una verdadera revolución
debido a que aparecen nuevos intereses y nuevas necesidades, lo cual conduce al
establecimiento de nuevos y mejores mecanismos de funcionamiento mental. En
otras palabras podría decirse que: “el niño pierde lo conseguido, antes de que
aparezca algo nuevo”
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