A
partir de los 24 meses, el niño comienza a percibir el alcance de su libertad
exploratoria y su poder sobre personas y objetos. Y cuando dimensionas activamente
con todos tus sentidos alcanzas a percibir hasta dónde puede llegar el sentido
del dominio y el sentido real de la libertad. O visto desde otro plano
observaras como se gesta la voluntad y el goce ligados al ejercicio de la libertad
cuando insertas en las interacciones cotidianas el respeto y la confianza en el
niño.
Contrario
a ello cuando manipulas una conducta en la interacción sea con un adulto o con
un niño es, intentar mover a voluntad al otro, modificando sus conductas,
expectativas y decisiones para comprobar gozosamente que tienes poder y lo puedes ejercer con alguien que
indudablemente posee una facultad de dominio menor. En este juego, el adulto —o
el niño— es un antagonista, de modo que uno moviliza energía agresiva,
orientada a ponerse en guardia y atacar si el otro da señales de sometimiento o
control. Este juego de poder generalmente se observa durante los primeros cinco años de vida, en la edad
preescolar, cuando el niño se va haciendo consciente de su pequeñez, por una
parte, y de su capacidad pata ejercer dominio sobre alguien con poder, por
otra. Es la llamada "edad de la terquedad".
Cuando
un adulto, seguro de su fuerza, manifiesta una conducta de sorna, o burla hacia el niño haciéndole ver su
pequeñez y su carencia de verdadero poder, entonces el niño se defiende con lo
único que posee; la terquedad. Es una actitud que también despierta en el niño una
intensa agresividad que se moviliza como una energía que se desborda en
conductas de daño. Años más tarde, la edad de la terquedad se reedita en el
púber que siente los intentos de control de un adulto (padre, profesor o de un
hermano mayor). Entonces te preguntaras; porque mi hijo es tan terco? Entonces
te diré: regresa al origen de tu conducta con el pequeño.
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