El criterio fundamental para
promover el desarrollo mental y emocional del niño es tener una idea clara
acerca de la etapa que presenta el niño, pues en cada una de ellas, existen
cambios que varían en ritmo y características. En algunas edades el
desarrollo se distingue por un curso lento y evolutivo. En dichas edades la personalidad
del niño cambia lentamente, y a menudo son casi imperceptibles e internamente son
cambios debidos a insignificantes logros. Los cambios más significativos que se
originan en la personalidad del niño son el resultado de un largo y oculto
proceso. Dichos cambios que se exteriorizan pueden ser observados solo al final
de complejos procesos de desarrollo.
El desarrollo del niño depende de
dos grandes factores; por un lado de su estructura biológica que lo dota de
todo un dispositivo de potencialidades y habilidades naturales para asimilar capacidades e ideas nuevas, y por el
otro, de todas las aportaciones que recibe de su entorno cultural y de las
interacciones sociales.
El hecho es que estos cambios van
construyéndose casi de manera microscópica o en muy pequeños pasos y exige
una capacidad muy especial de observación por parte del adulto.
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