El
juego es considerado como el eje medular para el desarrollo de la inteligencia
en el niño. El juego interviene en el desarrollo de los procesos mentales
superiores del ser humano como el pensamiento, la afectividad y la
solución de problemas. El juego a temprana edad confirma en el
niño procesos como la creatividad y el desarrollo de la imaginación.
En una primera instancia el juego aporta al niño el placer funcional, como el
acto de chupar algo, esto le da seguridad y lo tranquiliza. En otro sentido,
muchos juegos de los niños no aportan placer por sí mismos, sino por sus
resultados.
El
juego permite al niño poner de nuevo en escena aquello que ha ocurrido, de tal
forma que los sucesos de tiempo y circunstancias que vive cotidianamente se reacomoden de
acuerdo al nivel de comprensión del niño. El proceso del juego es un
camino que corre en dos sentidos: por un lado le permite al niño hacer suyo
todo lo visto, escuchado y sentido agrupándolo de la manera que mejor
le conviene y por otra parte le brinda la oportunidad
de re-visualizar aquello que recibió a primera vista, es
decir volver a oír lo ya oído encontrando relaciones inimaginadas.
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