Fabián, de tres
años y cinco meses de edad, ha empezado a tener pataletas diariamente, pero
sólo en casa. Pataleta para vestirse, pataleta para sentarse a la mesa,
pataleta para ponerse el pijama... Fabián era el primer hijo y primer nieto
hasta que nació su hermanito Andrés, hace quince días. Cuando Fabián llega del
jardín infantil, la mamá no lo deja acercarse al bebé porque "puede traer
microbios". La abuela ha comenzado a reprender a Fabián. Dice que grita
tanto que el bebé se va a poner nervioso.
En
este breve ejemplo podemos suponer que Fabián está a merced de emociones
negativas: el miedo y la rabia que surgen porque se siente solo y desplazado.
Percibe visceralmente que su mamá ha dejado de quererlo, que lo ha reemplazado
por un bebé permanentemente en brazos y lo priva de las caricias y atenciones
que hasta hace poco le pertenecían a él como hijo único. Además, Fabián se
siente rechazado por una abuela que hasta hace poco se desvivía por atenderlo.
En cambio en el jardín infantil se siente regaloneado. Las maestras no han
modificado sus muestras de afecto hacia el. Asi que: con ellas recupera la alegría y la quietud.
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