miércoles, 11 de julio de 2012

que debemos contar a los niños?


A lo largo de los tiempos esto siempre ha sido un problema: qué decirles a los niños y qué no decirles. En el pasado la estrategia era no contarles los hechos de la vida, evitarlo en lo posible, porque se le tenía mucho miedo a los hechos de la vida.
La misma frase «hechos de la vida» es un eufemismo; simple­mente oculta un hecho sencillo. Para no decir nada sobre sexo, in­cluso para evitar la palabra «sexo» han creado esta metáfora, «he­chos de la vida». ¿Qué hechos de la vida? Sencillamente, es para no decir nada sobre sexo.
En el pasado toda la humanidad ha vivido con este engaño, pero los niños lo descubren más pronto o más tarde. Y de hecho lo des­cubren antes que después, y lo descubren de un modo muy equi­vocado. Tienen que hacer el trabajo ellos solos porque no hay nin­guna persona apropiada dispuesta a contárselo. Se reúnen, indagan, se preguntan entre amiguitos, se convierten en mirones y tú eres responsable por reducirlos a ello.. Recogen información de todas las fuentes erróneas. Cargarán con estas nociones equivocadas durante toda su vida y tú eres la causa de esto. Toda su vida sexual se verá afec­tada por la información equivocada que han reunido.
En el mundo existe tanta información equivocada sobre el sexo como es posible. Incluso en este siglo la gente está vivien­do con una profunda ignorancia sobre el sexo, incluso gente que tú pensarías que tendría que conocerlo mejor.
El sexo apenas si se enseña como una asignatura pero sin la profundidad que se requiere; un tema tan inmenso y poderoso, y todavía se encuentra invadido de prejuicios, tabúes u ocultamientos. Sí, la fisiología del sexo es conocida por el médico, pero la fisiología no lo es todo; hay capas más profundas: está la psicológi­ca y está la espiritual. Hay una psicología del sexo y hay una espi­ritualidad del sexo; la psicología está sólo en la superficie. Se han efectuado muchas investigaciones y en este siglo sabemos más que nunca antes, pero el conocimiento no se está haciendo prevalente, La gente tiene miedo porque sus padres tuvieron miedo, y ese miedo se ha vuelto contagioso. Tienes que explicárselo a tus hijos, se lo debes. Y tienes que ser sincero.

‑Mamá, ¿obtenemos nuestra comida de Dios? ‑Sí, sí lo hacemos, Bárbara. ‑Y en navidades, ¿santa Claus nos trae los regalos? ‑Correcto. ‑Y en mi cumpleaños, ¿el hada buena trae los regalos? ‑Hmmm... ‑¿Y fue la cigüeña la que trajo a mi hermanito? ‑Cierto. ‑Entonces, ¿qué demonios está haciendo papá por aquí?

Es mejor ¡ser sincero! Pero no te estoy diciendo que saltes so­bre tus hijos y empieces a ser sincero quieran ellos o no. Eso también está mal. ¡Espera! Si el niño pregunta, cuéntale la verdad; si no pregunta no hace falta, toda­vía no tiene interés.

En la mesa, a la hora de cenar, el padre casi se atragantó cuan­do s u hijo pequeño le preguntó:

‑Papá. ¿de dónde vengo? Enrojeciendo, papá dijo: ‑Bien, me parece que ha llegado el momento de que tú y yo hablemos de hombre a hombre. Después de cenar te hablaré sobre los pájaros y las abejas.
El niño dijo:
‑¿Qué pájaros y abejas? El pequeño Frankie del final de la calle me contó que viene de Chicago. Todo lo que quiero saber es de dónde vengo yo.

Así que espera un poco. Ellos mismos preguntarán, no tienes que tener tanta prisa. Y no trates de ninguna manera de engañar­les. Puede ser peligroso

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