Dos personas enamoradas están
simplemente presentes, una frente a otra, sin hacer nada. El amor desconoce el “hacer”. Cuando dos personas están profundamente
enamoradas, simplemente están presentes.
Se miran cara a cara, simplemente presentes, como dos lámparas ardiendo e
iluminándose una a otra; o dos espejos encarándose uno a otro, reflejándose
entre sí millones de veces. Los amantes
se encuentran uno ante la presencia del otro, saturados por el otro, penetrados
por el otro. En ese estado surge un
instante –el clímax, el momento cumbre- en que nace el fruto: cuando dejan de
ser dos, cuando desparecen todas las distinciones, cuando los egos no existen,
cuando te conviertes en una presencia.
Entonces, nace el fruto.....
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