Haz una cosa: siempre que estés enfadado con él, ve a tu habitación
y en vez de enfadarte con él, expresa tu rabia con un cojín, golpéalo,
muérdelo. Pruébalo unas cuantas veces y te sorprenderás: cambiará tu relación
con el niño.
En realidad, no se trata de amar o de no amar. Si no le amas,
todavía es más esencial el no enfadarte con él. Si le amas, la rabia puede ser
tolerada porque la compensas con amor; pero si no le amas, tu rabia es
imperdonable. ¿Me sigues?
Si uno ama, entonces también se puede aceptar la rabia, porque
tú lo compensarás: le amarás más después de la rabia, no habrá ningún problema
y el niño lo entenderá. Pero si no lo amas y además estás enfadado, es algo
realmente imperdonable.
Todo lo que necesitas es expresar la rabia. Se acumula en ti y
él se ha convertido en una excusa: no encuentras a nadie más para echársela
encima, de modo que se la hechas a él. Los niños se convierten en chivos
expiatorios porque están desvalidos. Te podrías haber enfadado con tu marido,
pero él no está desvalido. Podrías haberte enfadado con tu padre, pero tampoco
está desvalido. Toda esa rabia se ha acumulado; ahora es canalizada hacia ese
niño desvalido.
0 sea que durante un mes: siempre que te enfades con él, déjalo
ahí, vete a tu habitación, golpea un cojín, lánzalo, muérdelo. En cinco minutos
sentirás que tu rabia ha desaparecido, y después de la rabia sentirás compasión
hacia el niño. Inténtalo durante un mes y después será muy sencillo. Durante
un mes será un esfuerzo, porque la costumbre dirá: «Enfádate con el niño», y la
mente dirá: «Esto es una tontería, una locura, enfadarse con un cojín.» Una
vez que hayas descubierto su belleza ‑que nadie se hace daño‑, se liberará la
rabia, sentirás compasión por el niño y surgirá el amor.
Cuando dices que no amas al niño, tu comprensión no está
siendo exacta. Si no lo amaras tampoco te enfadarías tanto; son dos cosas que
van a la vez.
El enfado no es nada más que amor vuelto al revés, un amor que
se ha agriado, eso es todo. Hay que ponerlo cabeza arriba y se convierte en
amor. Por eso la rabia y el odio no son realmente los opuestos del amor. El
opuesto real del amor es la apatía, la indiferencia. Si no amas al niño, te
será indiferente; ¿a quién le importa? Y mi sensación es que todo esto no
tiene nada que ver con el niño; tiene algo que ver con tu marido, con tu padre,
con tu madre, que se yo.
Piensa en este niño: está padeciendo tu rabia sin ningún motivo.
No puede permitirse el enfadarse contigo porque sabe que será derrotado,
sufrirá más. Seguirá suprimiendo su rabia y esta rabia un día u otro la
arrojará sobre alguien. Si puede encontrar a una mujer, la torturará. Pero si
la mujer es poderosa, entonces no será capaz de torturar a su esposa; torturará
a su hijo. Tendrá que encontrar una excusa en alguna parte, y tendrá que
descargarla. Si no puede descargarla en el niño, en la esposa, entonces lo hará
en los sirvientes o en la oficina; si él es el jefe, torturará a alguien que
esté justo por debajo de él. Y esto no tiene justificación, porque realmente
él te quería torturar a ti pero no pudo. Así es como son las cosas.
Así es como se transmite la rabia de generación en generación,
el odio, los celos; se van acumulando todo tipo de venenos, y una generación
los entrega como herencia a la siguiente generación.
Por eso, cada día que pasa la humanidad está más cargada. No
se lo hagas a tu hijo porque arruinarás toda su vida, y él a ti no te ha hecho
nada.
Inténtalo durante un mes y te sorprenderás: en sólo un mes podrías ser capaz de cambiar el patrón.
hermoso, me lo llevo justo al corazon
ResponderEliminarQue bello! leer tu comentario... Una realidad que como padres ocultamos en el alma, y cuando sale, uno ama profundamente... abrazos!
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