martes, 11 de febrero de 2014
La alimentación al nacer
Una de las primeras relaciones del recién nacido con
el mundo externo, aunque no necesariamente formal, surge mediante la reacción
oral del pequeñito. La madre en este momento representa para el bebe
“alimento”, y esto solo es una reacción o una respuesta a diversos estímulos
que rodean al niño, como el contacto de las miradas, los dedos, el pecho, etc. Al
nacer, tu bebe manifestara diferentes conductas respecto a la alimentación, ya
sea que le des el pecho o el biberón.
A los ocho días el pequeñito responde a señales de
profunda sensibilidad y equilibrio, y lo observaras cuando lo tomes entre tus brazos
para darle de comer, veras como vuelve la cabeza hacia ti. Al segundo mes tu
bebe solo conocerá la señal de la comida cuando tenga hambre.
Cuando tenga tres meses reaccionara ante tu
presencia, cuando te acerques al escucharlo llorar porque tiene hambre. Observa
como deja de gimotear, abre la boca y adelanta los labios como pidiéndote el
alimento o esperando mamar. Poco después el pequeñito fijara su mirada en tus
ojos mientras mama, el alimento y mamá a estas alturas están sumamente unidos.
Sera hasta el segundo año de vida cuando el niño sea
capaz de distinguir entre la madre y el alimento, aun cuando subconscientemente
seguirá existiendo una relación de unidad.
Al nacer el niño muestra gran actividad oral; es una fuente
de satisfacción, una necesidad de nutrición, pero también es una fuente de
contacto externo al apropiarse de objetos para llevarlos a la boca y soltarlos
una vez explorados, es un jugueteo de los labios o mordiscos e incluso las conocidas regurgitaciones son
una fuente de satisfacción.
El acto de tetar no responde exclusivamente a la
satisfacción que le produce el comer, también procura un autentico placer, aunque
no vaya acompañada de comida. El hecho de chupar el pulgar nos muestra que el
niño hace funcionar automáticamente la necesidad de succionar para lograr
placer cuando no tiene al alcance el seno materno.
Aun no se ha llegado a determinar si el niño obtiene
ventaja de la lactancia materna, en comparación con la lactancia mediante el biberón,
pues existe una reciprocidad tanto si el lactante es alimentado con el pecho,
como si lo es con el biberón, siempre que le sean dados por la madre o por otro
adulto.
Dar el alimento al niño no es un simple acto
nutritivo o darle algo por vía oral, es una entrega por parte de la madre, no
solo por el pecho que da, sino por su actitud. Las mejores madres son las
mejores nodrizas. En el tetar el niño halla su comodidad, una posición
acariciadora y un olor característico. Todas sus ansias son satisfechas y son
inseparables. No solo se satisface el hambre sino todas sus necesidades. Si
durante el primer semestre se le da de comer al bebe con excesiva rigidez, con
horarios fijos, y con raciones de igual
cantidad, psicofisiológicamente habrá consecuencias nefastas pues se le fuerza
cuando no tiene hambre y queda insatisfecho cuando más necesita del alimento.
jueves, 6 de febrero de 2014
El nombre del niño
Te invito hacer rompecabezas con el nombre del niño, solo provéete de una cartulina o una hoja de papel y escribe sobre ella el nombre del niño procurando que te mire como lo haces, enseguida léanlo pausadamente y a continuación
recórtenlo letra a letra. Teniendo todas letras separadas jueguen a armar nuevamente el nombre del niño invitandolo a que te diga que letra va primero, cual le sigue, etc. Lo importante es llevarlo a reflexionar a cerca de la secuencia de las letras para leer su nombre. Hecho este primer momento pide al niño que arme y lea su nombre tantas veces desee. Una excelente oportunidad para estimular en el niño el proceso de leer y escribir.
Estimula el pensamiento
Tener en casa bloques de diferentes tamaños plásticos o de madera, es una
excelente oportunidad que invita al niño a construir. Y construir desarrolla en
tu pequeño su imaginación, estimula el control de sus manos, su cuerpo,
desarrolla su atención, evoca juegos imaginarios, situación que estimula el pensamiento infantil.
lunes, 3 de febrero de 2014
El sueño
El sueño y la vigilia responden a
mecanismos fisiológicos bastante precisos, la evolución del sueño va a la par
del desarrollo orgánico y los cambios cerebrales del niño. Durante los primeros
meses el sueño va muy unido a la sensación de hambre. Pero llega el momento en
que el despertar pasa a depender de un comportamiento diurno, es decir el niño
se va adaptando a su medio el cual le crea sus primeros hábitos de sueño y vigilia.
La media del sueño durante la
primera semana es de diecinueve horas, las cuales disminuirán posteriormente y al
cumplir el año oscilara en trece horas. El ritmo del sueño es muy variable durante
las primeras semanas pues se producen cortas fases, es decir el niño tiende a
despertarse cada dos o tres horas y progresivamente se irán alargando estas
fases hasta hacer fases de mayor amplitud.
Entre los tres meses y el año el
sueño es más profundo que durante el primer trimestre. Durante esta etapa el
niño es más activo mientras está despierto y el dormir después de las comidas
es menos frecuente, a veces es más difícil por la noche. Su despertar por la
noche depende menos del hambre y mientras permanece despierto da la impresión
de querer moverse y buscar todo tipo de satisfactores.
Durante el segundo año el niño
manifiesta rechazo al sueño y se despierta por la noche con mayor frecuencia.
Quizá se torne exigente con los padres al experimentar que deberá dormir solo.
Aceptar la separación de la madre, que supone el hecho de dormir solo, lo despertara
llorando en espera de la madre. Durante
este periodo aparecen las primeras muestras de ansiedad o irritabilidad por
resistirse a dormir solo, lo mismo sucede durante la siesta. Este tipo de
comportamientos llevan a los padres a crear los primeros ritos del sueño, los
cuales semejan un paliativo momentáneo para llevar al niño a conciliar el
sueño.
Este tipo de comportamiento,
respecto al sueño, durante el segundo año depende en gran medida de la
estabilidad emocional por la que va atravesando el niño respecto a su
desarrollo, es decir de la percepción del entorno que le rodea, de la seguridad
y confianza que vive en casa, de las relaciones que se suceden durante el día y de su capacidad para dominar la ansiedad.
Entre los tres y cinco años el sueño
se encuentra mejor organizado en general, pero todavía es frecuente que al niño
le cueste llegar a conciliar el sueño. Se despierta por la noche, sueña,
manifiesta ansiedad y hacia los cuatro años se negara a hacer la siesta.
Entre los cinco y siete años los
niños empiezan a contar sus sueños y es en esta edad cuando surgen las
pesadillas.
Te he compartido las etapas
cruciales del sueño y cada una de ellas son muy naturales en el niño, la
relevancia de cultivar un sueño reparador y tranquilo se hallara en las
experiencias vividas del pequeñito durante el día. Si un niño vive en ritmo de
vida apacible, con un mínimo de alteraciones emocionales, sus sueños reflejaran
apacibilidad y serenidad.
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