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lunes, 28 de enero de 2013
jueves, 24 de enero de 2013
Manitas
Te invito a relajar las manitas del bebe. Para ello toma sus manitas y estira dedito a dedito suavemente a
la par que los masajeas delicadamente. Es la etapa de los reflejos y por lo
tanto sus manitas mantienen el puño bien cerrado lo cual indica un estado de
adaptación, por ello es conveniente masajear deditos y manos.
Temores femeninos
La
angustia de las adolescentes no está centralizada. Aunque siga siendo lo físico
su motivo principal es decir todo el cuerpo. El desarrollo del pecho, el tema
candente entre las jóvenes. La preocupación por el tamaño de los senos, que los
ha considerado siempre el símbolo privilegiado de feminidad, belleza y
excitación sexual. Otro temor sujeto a sólidos prejuicios, afortunadamente en
decadencia, es el himen: su presencia o ausencia, su configuración, el supuesto
dolor que provoca su desgarro y, cómo no,
pues el papel que sé le otorga atribuye la virginidad de la mujer.
Una preocupación más de la mujer es la
menstruación. Un importante paso que
confirma al ayer de la niña y el ahora en su condición de mujer lo cual suele
generar ciertas dosis de ansiedad
Temores masculinos
Para los jóvenes
varones, todas las preocupaciones se centran en los cambios físicos que acaban
de sufrir o todavía en curso, en forma de fantasía sobre supuestas
malformaciones, defectos o desproporciones de lo que ellos suponen es la
esencia de la virilidad. El crecimiento y el desarrollo del pene, los
testículos y el vello corporal son el objeto preferencial de su tensión.
Cualquier mínima diferencia, real o imaginaria, con los cánones supuestamente
normales generan gran angustia.
El tamaño del pene ha
sido todavía hoy una cuestión mal entendida, mitificada por la acción conjunta
de una larga y errónea tradición (que enuncia que los que poseen un pene más
grande son “mas” hombres), son los efectos de cierta pornografía y la convivencia
de muchos adultos que siguen creyendo en tales sandeces.
La desviación del
pene en erección, a la derecha o izquierda, son otro tema estadísticamente
sobresaliente entre jóvenes a los que va unido un difuso sentimiento de
culpabilidad sobre las prácticas masturbadoras, causa supuesta de la
desviación. Los temores del adolescente varón apuntan a supuestas
malformaciones o defectos en lo que suponen es la esencia de la virilidad.
Efervescencia de las emociones
El hombre
es más argumentativo. Esto han aprendido las mujeres: si
siguen hasta el fin de la discusión, él ganará. De modo que las mujeres no discuten,
pelean. Se enfadan y lo que no pueden hacer mediante la lógica lo hacen a
través de la furia. Lo sustituyen todo por la ira y, desde luego, el hombre
que piensa que no tiene sentido tomarse tantas molestias por algo tan
insignificante y termina por estar
de acuerdo con ellas.
La mujer
tiene sus propios argumentos: romper platos. Por supuesto, esos
platos son los viejos. Jamás rompe los realmente hermosos. Golpea al hombre con
la almohada, pero golpear a alguien con una almohada no es un acto violento.
Una almohada blanda representa una pelea muy poco violenta. Le arroja cosas,
pero jamás apunta a darle. Apunta aquí y allá. Pero eso es suficiente
para dar la alarma. Es lo que ella quiere, que todo el barrio
se entere de lo que está sucediendo. Eso aplaca al marido. Este se arrastra y
suplica: «Perdóname. Estaba equivocado desde el principio. Lo sabía».
A
medida que las parejas se asientan, el marido olvida todo sobre las
discusiones. Cuando entra en la casa, respira hondo y se prepara para
cualquier cosa irracional que vaya a
suceder.
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