jueves, 24 de enero de 2013

Manitas


Te invito a relajar las manitas del bebe. Para ello toma sus manitas y estira dedito a dedito suavemente a la par que los masajeas delicadamente. Es la etapa de los reflejos y por lo tanto sus manitas mantienen el puño bien cerrado lo cual indica un estado de adaptación, por ello es conveniente masajear deditos y manos.

Meter y sacar


Solo provéete de un bote con tapa, llénalo con  juguetitos pequeños y juega con el bebe a meter y sacar juguetitos del bote. Finalmente ciérralo para que el bebe lo balance de un lado al otro como un sonajero. Con ello estimulas su capacidad de percepción y control motriz fino.

Temores femeninos


La angustia de las adolescentes no está centralizada. Aunque siga siendo lo físico su motivo principal es decir todo el cuerpo. El desarrollo del pecho, el tema candente entre las jóvenes. La preocupación por el tamaño de los senos, que los ha considerado siempre el símbolo privilegiado de feminidad, belleza y excitación sexual. Otro temor sujeto a sólidos prejuicios, afortunadamente en decadencia, es el himen: su presencia o ausencia, su configuración, el supuesto dolor que provoca su desgarro y, cómo no,  pues el papel que sé le otorga atribuye la  virginidad de la mujer.
Una preocupación más de la mujer es la menstruación. Un importante paso  que confirma al ayer de la niña y el ahora en su condición de mujer lo cual suele generar ciertas dosis de ansiedad

Temores masculinos


Para los jóvenes varones, todas las preocupaciones se centran en los cambios físicos que acaban de sufrir o todavía en curso, en forma de fantasía sobre supuestas malformaciones, defectos o desproporciones de lo que ellos suponen es la esencia de la virilidad. El crecimiento y el desarrollo del pene, los testículos y el vello corporal son el objeto preferencial de su tensión. Cualquier mínima diferencia, real o imaginaria, con los cánones supuestamente normales generan gran angustia.
El tamaño del pene ha sido todavía hoy una cuestión mal entendida, mitificada por la acción conjunta de una larga y errónea tradición (que enuncia que los que poseen un pene más grande son “mas” hombres), son los efectos de cierta pornografía y la convivencia de muchos adultos que siguen creyendo en tales sandeces.
La desviación del pene en erección, a la derecha o izquierda, son otro tema estadísticamente sobresaliente entre jóvenes a los que va unido un difuso sentimiento de culpabilidad sobre las prácticas masturbadoras, causa supuesta de la desviación. Los temores del adolescente varón apuntan a supuestas malformaciones o defectos en lo que suponen es la esencia de la virilidad.

Efervescencia de las emociones


El hombre es más argumentativo. Esto han aprendido las mujeres: si siguen hasta el fin de la discusión, él ganará. De modo que las mujeres no discu­ten, pelean. Se enfadan y lo que no pueden hacer mediante la lógica lo hacen a través de la furia. Lo sustituyen todo por la ira y, desde luego, el hom­bre que piensa que no tiene sentido tomarse tantas molestias por algo tan insignificante y termina por estar de acuerdo con ellas.
La mujer tiene sus propios argumentos: rom­per platos. Por supuesto, esos platos son los viejos. Jamás rompe los realmente hermosos. Golpea al hombre con la almohada, pero golpear a alguien con una almohada no es un acto violen­to. Una almohada blanda representa una pelea muy poco violenta. Le arroja cosas, pero jamás apunta a darle. Apunta aquí y allá. Pero eso es su­ficiente para dar la alarma. Es lo que ella quiere, que todo el barrio se entere de lo que está sucediendo. Eso aplaca al marido. Este se arrastra y suplica: «Perdóname. Estaba equi­vocado desde el principio. Lo sabía».
A medida que las parejas se asientan, el mari­do olvida todo sobre las discusiones. Cuando en­tra en la casa, respira hondo y se prepara para cualquier cosa irracional que vaya a suceder.