Los adultos son
niños que crecieron. Este crecimiento sucede dentro de la familia. ¿Recuerdas
como te sentiste cuando viste por primera vez a tu primogénito y lo cargaste
entre tus brazos?
¿Recuerdas tus
esperanzas, sueños o miedos. Se me figura que son muchos los adultos que
tiemblan ante la idea de crear un adulto responsable de un pequeño Ser que recién
ha llegado a este mundo. Ningún niño nace con un libro de instrucciones acerca de
cómo crecer y desarrollarse –alguien
tiene que inventarlas – en ese momento, no dentro de diez años. Ese alguien serán
Ustedes los padres. El libro de instrucciones se convierte en su diseño.
Me parece que la
mayoría de los padres sienten una gran responsabilidad para hacer lo mejor que puedan
por su hijos. Pueden carecer de información, tener ideas confusas, o ser
insensibles, pero creo que por lo general sus intenciones son buenas.
Dos grandes
interrogantes se presentan en una u otra forma a los padres: ¿Qué clase de ser
humano quiero que sea mi hijo? , y ¿Qué es lo que puedo hacer para lograrlo?
Sus respuestas
como padres, significan la base de su diseño, su proyecto para hacer seres
humanos…humanos. Todos los padres tienen respuestas a estas preguntas, ya sean
claras, indefinidas o dudosas, pero las
tienen.
La tarea no es fácil.
Los padres enseñan en la escuela más difícil del mundo –La escuela para formar
seres humanos– Ustedes son el consejo directivo, el director, el maestro y el
conserje, todo en uno. Se supone que sean expertos en todas las materias
relacionadas con la vida y el vivir. Esta lista sigue creciendo a medida que la
familia aumenta. Tu escuela no tiene ni vacaciones, ni días feriados, no
hay escalafón ni aumento de sueldo. Tus
horarios son de veinticuatro horas diarias trescientos sesenta y cinco días al
año por lo menos durante dieciocho años por cada hijo. Además la administración
de tu escuela tiene dos directores por si no tienes suficientes problemas.
Dentro de este
contexto tienes que seguir haciendo seres humanos. Considero que esta es una de
las tareas más duras, complicadas, llena de tensiones y de “sangre, sudor y
lagrimas” que hay en la tierra. Requiere de un máximo de paciencia, sentido común,
dedicación, humor, tacto, amor, sabiduría, conciencia y conocimiento. Al mismo
tiempo, brinda la oportunidad para ser una de las experiencias más
satisfactorias y felices de la vida. ¿Qué madre o padre no se siente contenta
cuando su hija le dice con los ojos llenos de alegría. “¡Caray!” mama-papa eres
fabulosa (o)?