lunes, 2 de septiembre de 2013

Ambos están listos


La adaptación de un pensamiento infantil


Los caracteres generales del comportamiento de todo pensamiento infantil atraviesa por dos polos de  adaptación que son: la asimilación y la acomodación, ahí se encuentran los factores cognitivos y afectivos igualmente disociados. Todo comportamiento es una adaptación, y toda adaptación es el restablecimiento del equilibrio entre el organismo y el medio. Sólo actuamos si estamos momentáneamente desequilibrados. El comportamiento termina cuando la necesidad es satisfecha: el retorno al equilibrio se caracteriza entonces por un sentimiento de satisfacción y es ahí donde reside la adaptación que tuvo necesidad de ser satisfecha por una asimilación y una acomodación. Este esquema es muy general: no hay nutrición sin necesidad alimenticia; no hay acto de inteligencia sin preguntar, es decir sin experimentar la sensación de una laguna, sin desequilibrio, sin necesidad.
Estas nociones de equilibrio y de desequilibrio tienen un valor cognitivo. La noción de equilibrio tiene una significación fundamental, tanto desde el punto de vista afectivo como intelectual.
En relación con la adaptación, se puede especificar que este equilibrio se hace entre dos polos: la asimilación que es relativa al organismo y mantiene su forma y la acomodación que relativa a la situación exterior según la cual el organismo se modifica.
En resumen las estructuras de pensamiento de un niño atraviesan por estas facetas de asimilar y acomodar lo que su medio le provee y nunca se encuentran disociadas, asi se crean las nuevas estructuras en el plano intelectual y la inteligencia creará recíprocamente nuevos sentimientos.

Comprender a un adolescente

El mundo entero aclama entendimiento, porque nadie se entiende con nadie. La crisis es de entendimiento.
      —No me entiende... —dice la esposa sobre el esposo.
Algo semejante confiesa él en la oficina:                        
      —Lo que pasa es que ella no me entiende...
Y los hijos sobre sus padres:
      —¿Quién entiende a los viejos?
Quizá desviamos el camino. No estamos para entender­nos. Hay que desechar ese ideal, porque es falso, porque no es posible, porque entender es una práctica del intelecto referida hacia el mundo exterior, el de las cosas, el de la naturaleza, el de los astros, pero no es válida para el mundo humano.
Uno entiende o puede llegar a entender el funcionamiento de una máquina. La máquina, si está en buenas condiciones, funciona siempre igual. El hombre, si está en buenas condiciones, funciona siempre distinto. ¿Enten­derlo? Imposible. Carece de manual de instrucciones.
El hombre es siempre algo que parece racional, pero que, como la luna, está lleno de fases oscuras, invisibles. Esa es nuestra condición, inentendible, es decir, imprevi­sible.
Conocer y entender, son acciones relativas a cosas, a objetos, a aquello que nos es ajeno; los seres humanos no somos objetos, somos sujetos móviles, mudables, impredecibles. Misteriosos, en última instancia.
Por eso cabe decir:
—No viniste al mundo, hijo, para entenderme ni para que yo te entienda. No eres un objeto de estudio. Eres un sujeto viviente, creativo, lleno de potencias que ni tú ni yo conocemos a fondo. Pero estamos juntos para vivir y para ayudarnos recíprocamente a ser felices.
La felicidad no es entendimiento.
De la felicidad el entendimiento nada entiende. Pascal reflexionaba: "El corazón tiene razones que la razón desco­noce".
Porque la felicidad, es privativa, de cada uno, intrans­ferible —como fórmula, como receta— a otros.
Queremos amor, no entendimiento. Así de sencillo. A tal efecto, para amarnos, cada uno debe ser el que es, debe asumirse en su edad, en sus creencias, en sus ideas, en sus gustos, en sus vivencias.
—Para que seas tú mismo, hijo mío, debemos —tu mamá y yo— ser nosotros mismos.
Ahí está el límite, el gran límite primero. Un límite que nos separa y nos comunica a la vez.
De ahí se desprenderán todos los demás límites que son, desde "no metas las manitas en el plato", hasta "no, es esa no la manera de comportarse con una novia".
Claro que todo comienza con el NO. No somos los mis­mos; no tenemos idénticos gustos ni preferencias; no es tu cuerpo el mío, ni es tu sensibilidad la mía...
NO es el origen de la cultura, de cualquier sistema de convivencia humana. Tu diferencia con los demás te consti­tuye en persona única e irreemplazable; gracias a esa dife­rencia, te comunicas, te enriqueces, te enamoras.

Del NO brota el sí; y a partir de ahí ejerces tu libertad creadora y conformadora de nuevas normas.

jueves, 29 de agosto de 2013

El juego simbólico a través...


Jugando a ensartar

Estimular el ensartado en el niño es una excelente opción para preparar sus deditos, habilidad que le demandaran a futuro un control preciso para reproducir letras. Solo provéete de estambre y popotes cortados en trocitos pequeños, colócalos en un recipiente y muéstrale al niño como ensartarlos en el estambre, así de simple es el acto para estimular sus deditos.

Estimulando el pensamiento infantil

Llevar al niño a contactar con el análisis es de vital importancia para su futura vida escolar. Solo se trata de jugar con el de la siguiente manera; coloca sobre la mesa una cantidad generosa de cereal en un recipiente, de preferencia un cereal que lo invite a clasificar, por color por tamaño, por forma, etc. Y tres tazoncitos pequeños para que el niño realice el acto de segregar el cereal de acuerdo a los conceptos que te he compartido. Un acto tan sencillo lo llevara a analizar, atender y movilizar manos y dedos.