jueves, 21 de febrero de 2013

Anorexia nerviosa


Un problema que enfrentan los adolescentes, en especial las niñas es el de mantener el peso que les dé una figura ideal, estilizada y delgada. Esta preocupación puede llevarlas  a estados patológicos como la anorexia nerviosa. Esta enfermedad se caracteriza por una preocupación extremada de perder peso, lo cual puede llegar a poner en serio peligro tanto la salud como la vida de la niña. El anoréxico es casi exclusivamente del sexo femenino en su etapa adolescente. La adolescente en su lucha por el éxito e influenciada por los medios de comunicación elije la disminución de peso como una de las vías para alcanzar el éxito a través de un comportamiento competitivo y perfeccionista. Ella desea tener la figura más delgada y el cuerpo más perfecto que cualquiera otro adolescente de su misma edad. Esto puede convertirse en una obsesión, lo que la lleva a perder mucho más peso del que debería perder. Finalmente aparecen los síntomas de la desnutrición, una pobreza en el racionamiento, notables cambios de personalidad, extremada delgadez, disturbios hormonales que pueden ocasionar irregularidades en su menstruación, piel reseca y pálida, perdida de la textura y salud del cabello y baja presión arterial.

Soniditos


Familiariza al pequeñito con sonidos ambientales. Y para ello te sugiero que inicies recostándolo boca arriba, acerca tu cara al rostro del pequeñito y haz pequeños chasquidos con tu lengua, con tus labios, con tus dedos, con las palmas de tus manos, etc. cuidando que todo sonido que emitas sea acogedor para no alterarlo.  

Olfato, tacto, gusto


Aprovecha los olores, sabores y forma de una naranja para sensibilizar a tu bebe. Te propongo lo siguiente. Toma una naranja e iníciala a pelar poco a poco, dásela a oler al pequeñito y continúen hasta terminar de pelarla, cortarla, sentirla y olerla entre ambos, finalmente consúmanla. Una sola fruta sensibilizara olfato, tacto y gusto.

Es natural!


miércoles, 20 de febrero de 2013

Temperamento


Defendiendo su territorio

Entre el nacimiento y los ocho o diez meses de edad, el niño no discrimina entre conocidos y desconocidos. Le sonríe abiertamente a todo el mundo, tiende sus bracitos y acepta con  placer las caricias de quien se cruce en su camino. Pero trascurrido un tiempo  el bebé sociable da paso a uno cauteloso que teme a los desconocidos, esconde su rostro contra  el cuello de su madre y se aferra a ella como un koala asustado cuando un extraño intenta tomarlo en brazos. A partir de ese momento, y gracias a la maduración de sus  estructuras cerebrales específicas, el niño reaccionará "territorialmente", experimentando
intensa agresividad cuando su terreno (su casa, sus juguetes) son invadidos por un extraño. Serán las reacciones amistosas del otro, como la sonrisa amplia, la mirada transparente o la actitud relajada, que también se activan automáticamente en el otro al percibir una agresión inminente. Lo cual neutralizarán el torrente agresivo que amenaza convertirse en conducta de daño y darán tiempo para organizar una elaboración consciente y un inmediato "cambio de conducta". Pero si en vez de sonrisas y miradas claras el extraño muestra el ceño fruncido, los ojos acerados, la boca apretada y la actitud tensa y alerta, la agresividad no será neutralizada, sino que se potenciará y emergerá un repertorio de conductas de daño dependientes de la edad, el género y otros factores. Un niño pequeño morderá; uno algo mayor dará patadas y golpes de puño; un adolescente varón derribará, pateará y dará bofetadas, mientras que una joven arañará o repartirá manotazos. Es un bebe, un niño o un joven defendiendo su territorio cuando la agresividad lo asalta.