lunes, 20 de febrero de 2012

tierna edad

Que le parece jugar con el niño a conocer las afirmaciones o negaciones. Sera una excelente aportación para familiarizar al niño con estas conductas de la vida diaria. Para ello siéntese con el bebe en una silla pequeña  y mueva la cabeza negando o afirmando, acompañado de movimientos y  la voz..por ejemplo;  no, no, no, al par que mueve la cabeza negando. Ahora hágalo afirmando; si, si, si a la para  que afirma con la cabeza. También puede combinar los movimientos con música o cantos. Con ello acerco estará familiarizando al bebe con algunos patrones sociales.

Un despertar para fluir entre contactos afectuosos...y aqui dejo el mio!!...J

para el explorador

A esta edad el niño también es capaz de aprender a tomar decisiones. Observe que fácil resulta estimularlo. Siéntese con el y una gran una cesta de juguetes. Ahora jueguen a elegirlos por sus diferencias. Las cuales pueden ser desde el color, el tamaño, o quizá  la forma. Una vez iniciado el juego todo ocurre en cuestión de segundos. Bajo esta simpleza, -el niño-  al elegir, toma una decisión, asi que?... no solo interactuán, ademas participa en la construcción de su pensamiento.

Un despertar para fluir entre contactos afectuosos...y aqui dejo el mio!!!...J

para los grandecitos

Día para explorar las emociones con los mas grandecitos....y le propongo el siguiente juego.Provéase de muñecos o muñecas para manifestar las emociones con el niño,  juegue a enojarse, sonreír, gritar, llorar, etc. empleando e intercambiando los juguetes . Genere un clima de tal manea que el niño se percate de los diferentes estados anímicos, sera de gran aprendizaje descubrir las diferentes expresiones corporales de los sentimientos.

Un despertar para fluir entre contactos afectuosos...y aqui dejo el mio!!...J

viernes, 17 de febrero de 2012

felicidad...infelicidad



P
ARECE que estás demasiado preocupado; estar demasiado preo­cupado puede ser peligroso. La idea de hacer feliz a alguien nunca triunfa. Va en contra de las leyes. Cuando quieres hacer fe­liz a alguien, le haces infeliz. Porque la felicidad no es algo que se le pueda dar a otra persona. Como mucho, puedes crear una situa­ción en la que la felicidad podría florecer o podría no florecer; no se puede hacer nada más.
Parece que estás demasiado preocupado por hacerla feliz, y te sientes infeliz porque fracasas, y si eres infeliz ella será infeliz. Es muy fácil hacer infeliz a alguien. La infelicidad es muy contagiosa, es como una enfermedad. Si eres infeliz, todos los que están co­nectados contigo, relacionados contigo, en especial los niños, se sentirán muy infelices. Y los niños son muy sensitivos, muy frágiles.
Probablemente no dirás que eres infeliz, pero eso no cambia nada; los niños son muy intuitivos, todavía no han perdido su in­tuición. Todavía tienen algo más profundo que el intelecto, que siente las cosas inmediatamente.
El intelecto emplea un tiempo y siempre duda; nunca está se­guro. Incluso si eres infeliz y una persona piensa en ti, nunca po­drá estar absolutamente segura de si eres infeliz o estás fingiendo; quizá sólo sea un hábito o quizá es que tu cara es así. El intelecto nunca puede llegar a una conclusión que sea absoluta.
Pero la intuición es absoluta, incondicional, simplemente dice lo que pasa. Los niños son intuitivos y se relacionan de un modo muy sutil y telepático. No se fijan en tu aspecto; inmediatamente lo perciben.
Algunas veces sucede que la madre lo siente un poco más tar­de, y el niño lo ha sentido incluso antes que la madre. La madre po­dría sentirse infeliz, pero todavía no se ha dado cuenta. Aún está llegando a su conciencia desde su inconsciente; pero desde el in­consciente hasta el niño hay un pasaje directo.
Pero el niño tie­ne un acceso directo.
Hasta una determinada edad, los niños permanecen muy arrai­gados en ti y saben lo que te está pasando.
Relájate un poco. Déjale que se mezcle con otros niños, déjale que juegue, y deja de hablar en términos de felicidad o infelicidad.
En vez de eso, sé feliz. Viéndote feliz, ellos se sentirán felices. La fe­licidad no es algo que tengamos que buscar directamente: es un derivado. Los niños se quedan muy desconcertados cuando les pre­guntas: «¿Eres feliz?» De hecho, no saben cómo responder, ¡y yo siento que tienen razón! Cuando le preguntas a un niño «¿eres fe­liz?», sencillamente encoge los hombros..., porque ¿qué quieres decir?
El niño sólo es feliz cuando no es consciente de ello. Nadie pue­de ser feliz cuando es consciente de ello. La felicidad es algo muy su­til, que sólo sucede cuando estás totalmente inmerso en otra cosa. El niño está jugando y es feliz porque, en esos momentos, no sabe nada de sí mismo: ¡ha desaparecido! La felicidad sólo existe cuando has desaparecido. Cuando regresas, la felicidad desaparece.