La palabra
hablada posee elementos musicales que generalmente no percibimos. Es emitida en
una tonalidad media general, alrededor de la cual subimos y bajamos la voz en
una estructura melódica y rítmica.
El ritmo no se capta en la palabra aislada, sino en la estructura de la frase.
El flujo
vocal no es ininterrumpido, sino que se intercalan silencios que tienen un
valor importante. Un silencio prolongado es lo que constituye una pausa y la
dirección de las pausas es variable. En la cadencia de las frases notamos
ataques silábicos y acentos tónicos que dan la sensación de ritmo. En tanto que
en la música las notas son fijas y están separadas por intervalos justos, en la
palabra oral no hay ninguna regla para determinar la altura del sonido de cada
silaba y los intervalos entre dos vocales consecutivas.
En el
lenguaje la razón fundamental de las variaciones melódicas y rítmicas de la
frase es de orden psicológico, traducen la expresión emocional, intencional y
conductual de quien habla. Señalan la característica personal de su actividad
intelectual o emocional en su forma mas espontanea.
La emisión
de la palabra demasiado rápida constituye la taquilalia que conduce al tartajeo
cuando se dificulta la articulación de los fonemas al no poder realizar los
movimientos precisos en el tiempo y el orden necesarios.
La emisión
demasiado lenta indica un trastorno nervioso que tiene entre sus
características cierta lentitud ideatoria.
La educación
de la prosodia y ritmo del habla son elementos importantes relacionados con la
comprensión y gramaticalidad del lenguaje oral y escrito.
Enseñar al
niño a frasear reproduciendo lo que el adulto dice, haciendo el énfasis
necesario para acentuar la intencionalidad del mensaje oral, bajo un ritmo
adecuado es una de las técnicas mas apropiadas para mejorar el adecuado
lenguaje en niños y niñas.
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