Desde
el punto de vista del desarrollo, el primer cumpleaños representa más que una
etapa culminante, una etapa intermedia. El niño de un año gatea, y por lo
común, con gran presteza. Puede hacerlo sobre manos y rodillas o en cuatro pies
a la manera plantígrada pero pese a su pericia en el gateo no puede resistir el
impulso de levantarse sobre los pies y una vez que ha adoptado la actitud
plantígrada, ya casi está listo para pararse por sus propios medios. Puede
lograr pararse sin ayuda, pero ordinariamente no logra un equilibrio estable
hasta cuatro semanas después. Por ahora se desplaza de costado, agarrándose a algún
sostén, camina sí, pero con apoyo. Sus modos de prensión son similares a la
destreza del adulto. Su prensión fina es hábil y precisa y casi posee la
facultad de soltar las cosas voluntariamente. El componente de flexionar o asir
con las manos esta compensada con el soltar, este control le permite soltar una
pelota con ademan de lanzamiento. Él bebe de un año muestra una naciente apreciación
de la forma y el número, revela una perceptividad especial para colocar cubos
dentro de un recipiente, empieza a geometrizar el espacio y es capaz de poner
un objeto sobre otro momentáneamente. Su orientación manual respecto de las
relaciones espaciales le permite meter y sacar objetos pequeños de un
recipiente. Su conducta adaptativa refleja una nueva sensibilidad para los
modelos imitativos con lápiz y papel. Muestra progresos en el juego social con
la pelota bajo el estímulo de dame - toma.
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