Seis es una edad de prueba para un
padre o una madre. Este comentario puede parecer exagerado pero se adapta a las
tensiones sociales que vive el niño de seis años. Ningún otro periodo es tan
exigente para el niño como el de seis. Es la etapa de los estallidos emocionales,
de una sensibilidad exacerbada, la vida se torna para el niño mucho más
complicada así que lo más recomendable para los padres es actuar hacia ellos
con mayor prudencia. Es la edad en que deben evitarse los choques directos con
el niño. Seis es altamente sensible a sus estados de ánimo, tensiones y
emociones de sus padres aunque estos crean que han ocultado sus emociones ante
el niño. Seis descubre de manera rápida cualquier cambio de expresión facial y reacciona
de mala manera al levantamiento de voz. Aunque se le describe como peleado con
la madre en realidad es sumamente ambivalente puede decir; -te quiero y al minuto siguiente te odio-
Siete es menos empecinado y
testarudo que seis. Siete comienza a ser un verdadero miembro de la familia listo
para aceptar algunas responsabilidades domésticas. A esta edad muchos niños
quieren ayudar haciéndose cargo de algunas tareas hogareñas. Siete no exige
compañía como lo hacía a los seis, pasa periodos prolongados a solas. Los juegos
de puertas adentro constituyen a veces que el niño se comporte de manera
salvaje, siete se comporta de mejor manera que seis aunque probablemente
abandone a sus compañeros si las cosas no resultan a su gusto o provoquen una
riña. Algunos se resisten a pelear y ocultan sus temores tras una cortina de
abundante conversación.
Ocho es “persona” según las normas adultas en función de las relaciones
adulto – niño. Se conversa con un niño de ochos años con menor condescendencia.
El niño crece y tiene conciencia de ello
como de él mismo, está regido por presiones de crecimiento que le impulsan a
contactos positivos con su ambiente, incluso con sus mayores. Es menos pensativo
y retraído que a los siete, es más centrífugo, es también más rápido en sus
propias reacciones y comprende mejor las reacciones de los demás. Ocho posee
tres rasgos característicos de su
conducta: velocidad, expansividad y “valoratividad”. Este último término no se
encuentra en los diccionarios pero describe la tendencia dominante del niño a
valorar todo lo que le sucede y lo que sucede por su causa.
Nueve esta tan atareado con su
propia vida que exige menos de su madre. Ya no es necesario que madre este en
casa cuando nueve regresa de la escuela, si bien algunos niños necesitan de
alguna nota indicándoles donde se encuentra a muchos niños de esta edad se les
puede confiar la casa hasta que la madre regrese. Nueve esta tan atareado con
su vida y sus amigos que comparte poco con los padres, excepto cuando hacen algún
viaje en familia. Inician una tendencia a
tener amigos especiales, elige como amigo o amiga íntima solo a alguien de su
propio sexo, existe una crítica abierta al sexo opuesto. Le gustan los juegos
colectivos dotados de cierta organización, son perfectamente naturales en sus
modales; pide permiso para levantarse de la mesa, saluda a las visitas estrechándoles la mano,
agradece a su anfitrión. Los padres se deleitan viendo actuar a su hijo o hija en lugar de tener que apuntarles tras bambalinas.
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