Los niños son infelices cuando recién empiezan a hablar porque los urgimos hablar como nosotros. Entre
el año y dos años urgimos al niño para
que hable claro, de corrido, articule las miles de palabras que poseemos los adultos, acciones que asustan al niño e inhibe su lenguaje. Si el niño se iniciaba a comunicar sus
primeras palabritas pues estas se van al fondo del olvido porque su corazón lo
asusto mamá o papá, así iniciamos hacer infeliz a un bebe.
Los niños son infelices porque no
sabemos escucharlos. Cuando les decimos que hablen, que nos tengan confianza,
que sabremos escucharlos... al primer intento que ellos hacen por hablar, fracturamos tanta bello
intento con infinidad de palabras que
brotan de nuestra boca. Si los niños tratan de comunicarse con nosotros lo
primero que hacemos es invadirlos con más palabras, no somos capaces de
escuchar lo que quieren decirnos, no somos capaces de quedarnos calladas o callados. Cuando un niño quiere hablar cerramos toda comunicación queriendo
ser los primeros en hablar y eso hace tremendamente infeliz a un niño.
Los niños son infelices cuando
deben obedecer a mamá o papá. Y no quiero decir con ello que se deba permitir la
desobediencia no, quiero decir que contrario a pretender que obedezcan los
niños ¿porque no elegir guiarlos?. Los niños no obedecen porque no conocen el
sentido de lo que pides o no saben cómo hacerlo o no te comprenden o no
quieren hacerlo y eso es valido para cualquier ser pensante. Los adultos obedecemos leyes, normas, reglas porque conocemos su efecto cuando son vulneradas. Pero un pequeño no obedece porque recién se inicia
a socializar y pareciera que enseñarlo a obedecer es como someterlo y sentirse
sometido aterra a cualquiera. Así que porque no en lugar de enseñarle a obedecer mejor; enseñale a reaccionar ante las instrucciones que le das, guiarlo en el arte
socializar. Es equidistante obedecer que reaccionar. Reaccionar semeja empatía. Todo dependerá de como guíes, pidas y enseñes a un niño a seguir una
instrucción.
Un niño es infeliz porque debe
respetar las normas de casa. Y no quiero decir con ello que se deban quebrantar no, deseo llevarte descubrir como enseñas las normas en tu hogar; de
manera natural, como guiando, supervisando que se cumplan, haciendo
recordatorios inmediatos si se evaden, valiéndote de tu seguridad para dar a
conocer una norma. Dejando fuera los cariños, promesas, expectativas o
justificaciones que solo debilitan las normas.
Cuando decimos que un niño no obedece o no respeta las normas delata que no sabes enseñar una norma. Los padres cometemos el error de obligar una norma, la enseñamos a gritos, bajo amenazas, titubeantes, con tremendas incoherencias, apelamos al amor o la violencia lo cual solo las vulnera.
Cuando decimos que un niño no obedece o no respeta las normas delata que no sabes enseñar una norma. Los padres cometemos el error de obligar una norma, la enseñamos a gritos, bajo amenazas, titubeantes, con tremendas incoherencias, apelamos al amor o la violencia lo cual solo las vulnera.
Bajo total
naturalidad se enseña una norma... cuando los niños las comprenden se
sienten respetados y las vuelven un hábito.
Siempre que el niño se siente
feliz, haga lo que haga, siempre abra alguien que le dirá; ¡no hagas eso! Así
llega el niño a comprender que lo que hace es malo, así conoce la infelicidad.
Un niño pensara que solo debe hacer lo que todo mundo le dice. Un adulto piensa
que debe hacer lo que todo mundo le dice que haga y así llegamos a sentir la
infelicidad. Mejor observa, súmate y ayuda a un niño en aquello que lo hace
feliz.
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