El rostro original
del niño es tan valioso que cualquier problema vale la pena. Es tan valioso
que, pagues lo que pagues, sigue siendo barato; no te está costando nada. Y qué
alegría el día que te encuentras a tu hijo con su rostro original intacto, con
la misma belleza que trajo al mundo, la misma inocencia, la misma claridad, la
misma alegría, jovialidad, la misma vitalidad... ¿Qué más puedes pedir?
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