Cuando tu hijo te mira fijamente a los ojos y te dice; no lo voy hacer, “te
odio”, recibes de inmediato el desafío muy personal y estallas en ira a la par
que el niño. Las actitudes desafiantes de los hijos son conductas expeliendo
ira, porque no coinciden contigo, Y tú recibes su ira de manera muy personal,
sin percatarte que no es tu ira, es la ira de un pequeño. Y en cuestión de
segundo te sumas a él o ella, según tu para controlarlo, para dominarlo. Pero
te digo: son conductas que solo conflictuan más la situación, pues ambos
estallan en crisis. Cuando dejes de caer en la ira del pequeñito y sientas que
eres capaz de controlar tu propia ira aun escuchando las palabras más atroces del
niño, estarás dando pasos seguros. Cuando llegues a mirar que es la ira del
niño y no la tuya, estará lista para guiarla. El éxito de no tomártelo
personal reside en saber manejar tu ira
y permitir que el niño estalle en su propia ira, teniendo cuidando que no se
dañe, por supuesto. Cuando vas acumulando conductas de autocontrol, vas adquiriendo
mayor confianza para manejar la situación, entonces miras con más claridad como
los desafíos los has desengarzado; “si el
niño te desafía y tu ya no caes en su rabia”, desencadenada de la ira del niño, él lo siente, lo intuye solo entonces genera sus propios cambios.
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