lunes, 14 de julio de 2014

Padres e hijos confrontados

Es normal que tu hijo se rebele contra ti. Es normal que a veces no coincida contigo; es normal que no te compren­da, que no lo comprendas. Es normal porque ustedes son diferentes, seres diferentes y de diferentes edades, y com­prender al otro es, a veces, una tarea imposible...
Y además porque tú, de una u otra manera, aunque declares lo contrario, le estás imponiendo tu vida, tu edu­cación, tus maneras, tus límites.
Eso es normal. No puede ser de otra manera. Nace en tu casa, crece en tu casa, en tu sociedad, y le transmites lo que tienes, tu lenguaje, tu moral, tus modales. ¿Qué otra cosa podrías transmitirle?
Al comienzo esa transmisión no puede ser sino de facto, sin democracia, sin parlamento: la niña tiene un año, dos años, tres años, y no está en condiciones de discutir normas y reglas. Corre todo por tu cuenta. Y luego cuando crezca será libre para re-visar las normas que recibió de sus padres, para criticarlas, reemplazarlas o modificarlas.
En todo caso la confrontación requiere un punto de vista, y un punto de vista ha de ser elaborado, pensado.
Por eso es buena la confrontación: ayuda a pensar. Y pensar ayuda a vivir.
La gente dice:                                                           
—¿Viste qué rebeldes que son los jóvenes hoy?               
Yo les respondo:
—¿Rebeldes? Para ser rebelde hay que oponerse a algo, a alguien, a una idea, a un límite, a una norma, a una pau­ta. Los padres permisivos no crían hijos rebeldes, sino que producen hijos que directamente ignoran a sus padres y hacen lo que otros les dictan, otros mucho más autorita­rios: la sociedad, la televisión, la propaganda, la moda, los otros chicos.
Si mi hijo se opone a mí por ideas, por otra corriente de pensamiento, me pone triste por la no coincidencia, pero me pone alegre, feliz, muy feliz, porque PIENSA.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por dejarme tus comentarios