En general la vida emocional del
preescolar sugiere un buen ajuste con él y confianza hacia los demás. No
carece de angustias o temores y si estos se presentan son por lo general
temporales y concretos. Los truenos y las sirenas despiertan a menudo su temor.
La oscuridad y la soledad les provocan temor. Muchos niños en edad preescolar años
tienen crisis de temor al pensar que mama o papa lo abandonaran o que nos los
encontrara al despertar. Sus sueños pueden ser a menudo placenteros, sin
embargo no están exentos de pesadillas
en las cuales los animales terroríficos ocupan un lugar prominente.
Desde el punto de vista psicológico, se sienten a sus anchas en el mundo
porque se encuentran cómodos consigo mismos. Algún choque emocional puede
hacerle perder el equilibrio, pero tienden a recuperarse rápido. Aun presentan
los clásicos berrinches o ataques de nerviosismo. Les resulta suficiente golpear brevemente con
los pies el suelo y afirmar “no, no
quiero”. Respecto a su adaptación con el adulto, sentado a la silla no molesta,
ni se muestra inquieto. Se para con aplomo. El preescolar posee una acabada perfección
y habilidad en sus movimientos que sugieren
un desarrollo natural y avance hacia la pubertad.
La naturaleza psicológica del preescolar resulta más evidente cuando
echamos una mirada al camino evolutivo por el que ha pasado el niño para llegar
al estado actual. El desarrollo del preescolar es como un espectro cromático;
cada fase, cada color, se identifica mediante gradientes imperceptibles, es
decir los siete colores de un espectro son bien distinguibles. De la misma
manera los rasgos de madurez de un preescolar se diferencian notoriamente de un
lactante o maternal.
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