lunes, 16 de septiembre de 2013

Compartir el hogar


Al nene le dije, un domingo, entre raviol y raviol:
—Que pongas los pies sobre la mesa, hijo, no es malo ni es feo ni está prohibido por la ética, pero es la mesa en la que todos nosotros comemos, y conviene que la comparta­mos, porque más mesas no hay en casa. Entonces baja los piecitos, ¿sí?
Educar es señalizar el camino. El resto, como decía Machado, se hace al andar.
—A nosotros, los padres, nos compete educarte. A ti te compete crecer. Quizás estás en disconformidad con tus padres. Pero estar disconforme es pensar, es plantearse una alternativa, y eso ayuda a crecer. Y cuando crezcas mucho, hijo mío, cuando alcances niveles superiores de conciencia y de saber, podrás incluso decidir si esos límites serán los tuyos, o si te propones rebelarte contra ellos y modificarlos. Rebelarse es oponerse a un sistema de lími­tes, y elegir otro en su lugar.
Domus, en latín, significaba hogar, la vida compartida. Hogar es también del latín fogar, relativo al fuego. Ese fuego que se enciende en días fríos y alrededor del cual nos sentamos para compartirlo.

Jaime Barilko; los hijos y los limites

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