Encuentro entre una terapeuta y una hermosa
adolescente a punto de desbordarse en lágrimas. El resto de la sesión fue abrir
mi corazón para escucharla acurrucada
entre el sillón naranja y mi cuerpo que la abrazaba solidariamente.
Para escuchar a una adolescente no se requiere de títulos,
se requiere del corazón. El profesionalismo nos habita cuando realmente somos humanos y
sabemos captar la esencia de las emociones que se vierten en un alma. Saber
escuchar me llevo en primera instancia a sentir el dolor emanando de una
adolescente, cual fuente que urge brotar por los poros. Así identifique que ahí
adentro se gestaba una devaluación profunda en
una niña que deseaba entender al
adulto, entender a la familia, si entender a quien le urgía respeto y amor, pues
la coherencia no la palpaba, entre lo que hacía su corazón y lo que pedía su entorno, dejándola entre un oleaje de
crisis enmarcado por la agresión, el control y la represión.
Continuaba la sesión y poco a poco me iba sumergiendo
en las profundidades de una sagrada alma. Así descubría la valía de una nena tambaleándose
y había que hacer algo para llevarla de la mano a reencontrarse con ella. Y
obvio que al encontrar la valía, encontraría el arte de amarse, de quererse.
A mitad de la crisis le pedí levantarse y la abrace fuertemente,
en un profundo abrazo, pidiéndole cálidamente; -dilo-, pero se negaba. La abrazaba con todo el
corazón y le volvía a pedir: -dilo-...lentamente inicio a sacar la basura que
había reprimido, se detenía por instantes y sin soltarla le insistía continuar, así
continuo y continuo, hasta que dijo: -es, todo-. Fue como un vomito, como una
catarsis que expulsaba todo lo que la dañaba ahí adentro. Así fue como una
adolescente hizo una breve limpieza a su alma. Nos dispusimos a diseñar los andamios
de la valía y aunque sabíamos que solo era el punto partida, su rostro se
tornaba lánguido y sereno, sabía que tendría un gran reto frente a ella: ir por
su valía. Concluimos la sesión comulgando con la esencia del alma despidiéndonos
bajo una mirada que denotaba fe en ella, fe en que sabría rescatarse.
Cuando una adolescente busca quererse, no es una
cuestión del exterior, es una cuestión del interior. "Si me amo aquí adentro, me
amo totalmente allá afuera"…así de sabias fueron las palabras de una hermosa
nena de dieciséis años ávida por encontrarse a sí misma.
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