Nacen
dos niños: uno es bueno, el otro es malo. ¿Por qué llamas a uno bueno y al otro
malo? ¿Es la realidad o es tu interpretación? ¿Cuál es el bueno, y por qué? Si
el niño es obediente, es el bueno; si es desobediente, es malo. El que te sigue
es bueno, el que se resiste es malo. Ésta es tu interpretación. No dices nada
acerca de los chicos; sólo dices algo acerca de tu mentalidad.
El
espíritu necesita libertad: crece en libertad; únicamente en ella. Si realmente
eres una madre, te alegrarás si tu hijo es rebelde o si es obediente, porque a ninguna
madre le gustaría dar muerte al espíritu de su hijo.
Date
cuenta de esto y ya no pensarás en estos términos (que un hijo es bueno y el
otro es malo). No interpretes. Cada niño es único, cada niña es diferente. La
divina fuerza creativa es tal que nunca se repite.
Entonces,
únicamente dirás que este niño es diferente de aquel otro. No dirás que éste es
bueno y el otro es malo. No sabes qué es bueno y qué es malo. Este niño es
obediente y el otro es desobediente; pero nadie sabe qué es lo bueno.
Deja
que uno madure para decir que sí, y que el otro crezca para decir que no. Pero
no interpretes porque, en el momento en que interpretas, comienzas a destruir.
Decir que sí es la naturaleza de éste, y decir que no es la naturaleza del
otro. Ambas son necesarias.
No te
sientas herido cuando un hijo te dice que no, pues ¿quién eres para componer a
un niño? Viene a través de ti, eres un medio. No te transformes en un dictador.
El amor nunca es autoritario y, si nunca lo eres, desaparecerán estas ideas del
bueno y el malo. Entonces, amarás a los dos. Tu amor fluirá incondicionalmente.
Así es como el amor fluye hacia este mundo: incondicionalmente.
Si
proteges demasiado al niño, no madurará. Muchas personas siguen siendo niños;
su edad mental nunca supera a la de los niños. Envejecen: pueden tener setenta
años, pero una edad mental aún de siete, por haber estado tan protegidos. Es necesaria cierta desprotección, y también
protección para madurar. Observa al jardinero que trabaja con sus árboles: los
ayuda, los protege, pero aun así les da libertad para moverse bajo el sol, la
lluvia, las tormentas. No se lleva esos árboles adentro de la casa para
protegerlos de la tormenta, del sol y de los peligros que siempre acechan ahí
afuera. Si te llevas el árbol adentro, morirá. Una planta de invernadero es artificial,
y todos nos transformamos en plantas de invernadero a raíz de padres
sobreprotectores.
Entonces,
si tienes dos hijos, uno dice que sí y el otro dice que no, ¡ésa es la
proporción! Es bueno que tengas a los dos en casa. Puedes extraer armonía de
ellos. No trates de destruir al que dice que no, no intentes impulsar y ayudar
sólo al que dice que sí. Crea una armonía entre los dos. Estos dos niños son
representativos del mundo entero, los opuestos, los polos. Crea una armonía
entre ellos y tu familia será verdaderamente
una familia, una unidad, una unidad armoniosa.
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