Desde
muy temprano, la vida le impone desafíos al adolescente. El grado de éxito que tenga
en afrontarlos depende del "carácter", el cual, a diferencia del
temperamento —que es la dimensión innata de la personalidad—, resulta
ser modelado a lo largo de su desarrollo en formación. Poseer carácter es
disponer de un conjunto de destrezas que le otorgan solidez, consistencia y
objetividad en su conducta provocándole confianza
y fe en lo que hace. Si los talentos cognitivos y sociales ponen a un adolescente en la senda del
éxito, será su carácter el que lo conduzca a la meta evitando que abandone su
propósito o se desvíe a medio camino. El
carácter es una dimensión psicológica que incluye un conjunto de ideas,
conceptos, sentimientos y comportamientos cuyo sello distintivo es la fortaleza
para enfrentar los desafíos y llegar a la meta. Tener carácter implica:
- Voluntad: una firme determinación.
- Tesón: ser perseverante.
- Sacrificio: saber posponer gratificaciones inmediatas en pos de un objetivo mediato.
- Responsabilidad: hacerse cargo de las consecuencias de cada acción.
- Compromiso: responder ciento por ciento a cada obligación asumida, sin dilaciones ni justificaciones.
- Honestidad: reconocer el error y asumir sus consecuencias.
- Coraje: no claudicar si se tiene una meta.
- Objetividad: evaluar la marcha de una determinada conducta en pos de un objetivo con la máxima imparcialidad.
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