El amor del hombre es más o menos una necesidad física; el amor de la mujer, no. Es algo
más grande y más elevado, es una experiencia espiritual. Al hombre le gustaría tener a todas las mujeres
del mundo, y aun no estaría contento
con ello. Su insatisfacción es infinita.
La mujer puede sentirse satisfecha con un amor, absolutamente
satisfecha, porque no mira el cuerpo del hombre, mira sus cualidades más
profundas. No se enamora de un hombre que tiene un hermoso cuerpo musculoso, se enamora de un hombre que tiene carisma -algo indefinible, pero inmensamente
atractivo-, que es un misterio a
explorar. No quiere que su hombre sea tan sólo un hombre, sino una aventura donde ambos incursionen en
el descubrimiento de la conciencia, del Ser dos entidades separadas que paradojicamente unidas.
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