Los púberes y adolescentes
experimentan cambios funcionales cerebrales muy particulares que les permiten
enfrentar los desafíos sociales que están por venir. Entre estas
modificaciones, la búsqueda de riesgo en los varones y la potenciación de la
impulsividad por influjo grupal en niños y niñas deben ser conocidas por padres
y profesores. Esta búsqueda de riesgo se asocia a un incremento de la
impulsividad y agresividad por influjo del grupo. Podemos imaginar la desazón y
el miedo que experimentaba un adolescente, en otras épocas, obligado a
acompañar a los hombres a cazar o a enfrentar a la tribu rival; pero si al
grupo se sumaban otros chicos de similar edad, el miedo era reemplazado por una
gozosa excitación. Los adolescentes mostraban los dientes con ferocidad y
hacían gala de arrojo blandiendo sus lanzas y garrotes con aullidos
amenazantes. Miles de años más tarde, un chico que camina solitario por la
calle se muestra inhibido, pero si se le unen amigos se vuelve desenfadado,
provocador y dispuesto a agredir a quien lo llame al orden. Su grupo de pares
le da valor y decisión a la hora de mostrarse oposicionista y desafiante.
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