Al nacer el niño uno de los
actos más valiosos para ambos es el cruce de las energías que se generan ante
el acto de dar el pecho al niño, o dicho en otras palabras en el momento de
alimentarlo. Surgen las primeras reacciones emocionales derivadas de un acto
único e irrepetible; “una madre alimentando a su hijo” Y aunque sabemos
perfectamente que el posparto es una situación delicada en materia de emociones
encontradas para la madre, no le impide en muchas ocasiones realizar su primer
acto de amor, de alimentar por ella
misma a su hijo. Y si te pierdes de estos momentos tan valiosos porque la
crisis del posparto te ha invadido, o temes dañar a tan frágil cuerpecito o
simple y sencillamente lo evades argumentando que la leche se te ha ido, te
estarás perdiendo de momento en que las energías de dos almas se
encuentran. Si las energías de dos
almas; una que fue capaz de dar vida y otra que toco el mundo con total pureza.
Es justo en el momento de alimentar al niño cuando se crea todo un despliegue
de energías. Pues la madre no estará dándole solamente leche, como siempre se
ha pensado. La madre estará desplegando energía y sentimientos palpables solo
para ellos; la madre al dar el pecho y el niño al recibir la leche. Cuando una madre abraza a su hijo, la energía
fluye. Esa energía es invisible, la llamamos amor, calor, ternura. Algo se transmite de la madre al
hijo y no sólo de la madre al hijo, del hijo a la madre también. Por eso una
mujer nunca está tan hermosa como cuando se convierte en madre. Antes, faltaba
algo, no estaba completa, el círculo estaba roto. Siempre que una mujer se
convierte en madre, el círculo se completa. Le llena una gracia de un origen
desconocido. Y no sólo está alimentando al niño, el niño también está alimentando
a la madre. Están felizmente el uno «dentro» del otro.
Y ninguna otra relación es tan
cercana. Ni la relación de los amantes que están tan cerca, porque el niño
viene de la madre, de su misma sangre, su carne y sus huesos; el niño es una extensión
de su ser. Nunca más volverá a suceder esto, porque nadie puede ser tan
cercano. Un amante puede estar cerca de tu corazón, pero el niño ha vivido
dentro de tu corazón. Durante nueve meses ha sido parte de la madre, unidos
orgánicamente, siendo uno. La vida de la madre era su vida, la muerte de la
madre hubiera sido su muerte. Esto continúa incluso más adelante, cuando el
niño crece: existe una transmisión de
energía, una comunicación de energía, un lazo de energía.
El niño asocia desde el principio
las ideas de comida y amor. Se convierten en dos caras de la misma moneda. Su
objeto de amor y su objeto alimenticio es el mismo. No sólo la madre, sino el
pecho en particular: el niño consigue del pecho el alimento, el calor y la
sensación de amor.
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