viernes, 13 de julio de 2012

Preocuparse, no es ocuparse...


Que padre o que madre no se preocupa por el bienestar de sus hijos. Al mirar que su hijo no come o cuando descubre sus comportamientos hostiles o bien cuando se llega a enfermar, las preocupaciones ocupan los pensamientos y el corazón de los padres. Y a veces son tantos los malestares que llega a presentar un hijo, que llegan a pensar porque a mí….porque a mi hijo? ¿Cuál es el camino  a seguir?
¡Me parece que el problema es más contigo que con él! Así es, y no es que sea despectiva o irreverente, al expresarme así. Sucede que muchas veces nos volcamos con proteccionismos innecesarios  que llegan  a intoxicar a los hijos. Ante el mínimo estornudo del niño ya lo estamos mirando grave, y la situación se complica, pues si el niño no se sentía enfermo, ahora lo enfermaras realmente.
Estar demasiado preocupada por él niño a veces puede crear tensión en su mente. Y no te estoy diciendo que no te preocupes, no. Toma todos los cuidados que consideres necesarios, pero te digo que preocuparse no es ocuparse. Preocuparse es muy destructivo. Es destructivo para ti, es destructivo para él, porque si se da cuen­ta de que estás demasiado preocupada por él, empezará a sentirse culpable. Eso podría provocarle bronquitis, podría causarle asma. Podría empezar a comer menos; podría empezar a castigarse a sí mismo y todo porque mama está preocupada por él. Alcanzas a mirar los efectos de la preocupación.
Si no te ocupas, es malo; pero si te preocupas demasiado, tam­bién es malo. Los extremos son siempre malos; es bueno estar en el medio. Lo estás protegiendo demasiado. Puedes hacerle sentir que se está asfixiando; esto es la bronquitis y el asma. El asma pue­de comenzar si una persona se siente asfixiada..., y eso es lo que estás creando.
La intención no es mala, pero lo que estás haciendo no es bueno.
Déjale solo. Ámalo pero déjalo. Tiene su propia vida. Simple­mente, dale más libertad y el asma desaparecerá. Permítele su pro­pia manera de vivir; no trates de guiarlo demasiado. Todo lo que podemos hacer es amar y dar libertad, y el amor da libertad: sólo entonces es amor.
Por eso guárdate tu inquietud, tus preocupaciones. Quizá esto sea una manera de evitarte a ti mismo. Te preocupas por él y así puedes evitar tus propias preocupaciones. Esto se convierte en una buena excusa, en una racionalización. Puedes escapar a tu caos in­terno; te puedes preocupar por él. Eso es lo que están haciendo mi­llones de personas. Los niños se convierten en chivos expiatorios. Puedes poner en él todos tus problemas.
Si te dejan solo, si no hay nadie por quién preocuparse, tendrás que enfrentar esos problemas. Enfrenta esos problemas; trasciendelos.
Si en lo más profundo tienes algún interés en que esté enfermo, en que esté inquieto... Esto te interesa, porque si está en perfecto estado de salud, ¿qué harás? Te verás enfrentado de vuelta a ti mis­mo. Por eso en algún lugar profundo de tu inconsciente te gusta­ría que él permaneciera como está. Y él lo sentirá; los niños son muy intuitivos. Él lo percibirá y cumplirá tus deseos. ¿Qué otra cosa puede hacer? Realizará tus deseos inconscientes y te manten­drá ocupado, pero su vida se echará a perder. Y tú perderás una oportunidad de encontrarte a ti mismo.
Respétalo como si fuera un adulto. Todo niño debe ser res­petado como si estuviera en tu mismo plano.
Por eso, en primer lugar: dale libertad. No le asfixies. Eso es lo que el asma te está diciendo; es un mensaje. Y no le obligues a co­mer, de lo contrario lo rechazará. ¡No es necesario! Un niño sabe cuándo tiene hambre. Cuando tenga hambre comerá. Si no tiene hambre, no tiene necesidad de comer. Y es algo tan natural que no hay ningún niño que se vaya a quedar con hambre.
Si algún día se salta una comida, no te preocupes; no pasa nada. De vez en cuando vienen bien unas vacaciones. Deja que se salte una comida. ¡Cuando tenga hambre de verdad vendrá corriendo! Muchas madres obligan a comer a sus hijos y haciendo esto des­truyen muchas cosas.
Una vez que destruyes el apetito natural, poco a poco se vuelve completamente inconsciente; deja de saber cuándo tiene hambre y cuándo no la tiene.
¡Sencillamente, déjalo! Y en un mes empezará a comer espon­táneamente. Déjale que coma lo que quiera. ¡La naturaleza es suficiente! Y dale libertad: deja que se mueva, deja que haga las cosas a su manera. En tres meses tus problemas desaparecerán, ahora ¡tienes que hacer frente a tus pro­blemas! Así que te repito: “preocuparse no es ocuparse”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por dejarme tus comentarios