A partir de los cuatro es la edad cumbre para los interrogatorios
incesantes del niño. Es un niño despierto capaz de elaborar e improvisar
preguntas casi interminablemente. Quizá sea una forma evolutiva de su lenguaje,
puesto que a esta edad aun existen manifestaciones de un lenguaje infantil, por
lo que su misma volubivilidad sirven para hacerlo mas fluido y fácil. Es sabido
que a esta edad el niño charla para obtener la atención del adulto y a la vez
su beneplácito. Le agradan los juegos de palabras especialmente su cuenta con
un auditorio que lo reconozca. Se divierte con los mas absurdos desatinos de su
propio lenguaje y es capaz de perpetrarlos deliberadamente por puro sentido del
humor.
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