Un
niño no distingue entre lo que está bien y lo que está mal. Nosotros se lo
enseñamos. Le enseñamos de acuerdo con nuestra mente con nuestras normas, con
nuestros patrones sociales o culturales. Una misma cosa podría estar bien en el
Occidente y mal en el Oriente; una misma cosa podría estar bien en tu casa y mal
en la casa del vecino. Y tanto en una, como en otra situación, estamos
imponiendo al niño: “esto está bien, lo
tienes que hacer, esto está mal, deja de hacerlo”. El niño consigue tu
aprobación cuando lo hace, y tu desaprobación en caso contrario. Cuando te hace
caso, te pones contento y le das una palmadita; cuando no te hace caso, te
enfadas, tu actitud corporal se torna tensa, agresiva y hasta llegas a
expresarle que ya no lo quieres. Un niño bueno, un niño malo se está gestando
gracias a las imposiciones del adulto.
Naturalmente,
has llevado al niño a crear sentimientos de supervivencia. Y el niño empieza a
entender que su supervivencia está en juego. Si les hace caso a su madre y a su
padre todo saldrá bien; si no, su mente empezara a experimentar el miedo, el
rechazo, el temor al abandono y la inseguridad
lo inunda. Son los caudales de emociones que atraviesa un
niño bueno, un niño malo.
Bajo
estas polaridades de emociones intento llevarte a comprender el impacto de los
sentimientos tanto en el niño como en el adulto. En el niño, está aprendiendo a
reconocerlos….en el adulto está cumpliendo como padre o como madre. Y esto no
es cuestión de querer darte las grandes lecciones, pues los sentimientos no
obtienen títulos. Todo radica en el auto descubrirse, reconocer el tipo
de sentimientos que te guían para mostrar a tu hijo el valor de los sentimientos. El
adulto sabe perfectamente cuando está imponiendo y cuando compartiendo, porque su corazón y la intuición que posee le están
dictando lo que está bien y lo que está mal. Así nace la sabiduría de saber
cuando estamos en lo correcto o el malestar emocional que nos estruja el corazón al descubrir que nos equivocamos.
Y
no se trata de dejar al niño al libre albedrio, porque así lo dictan los
tiempos modernos, las nuevas costumbres, o todo aquello que se esté inventando
el mundo…no. Se trata de mostrar al niño sigilosamente, intuitivamente, amorosamente
y con gran sabiduría como cultivar los
sentimientos. Sentimientos que le den los andamios de la seguridad, confiado de
saber que si se cae sabrá como levantarse, capaz de expresarse, sin temor al
rechazo, inteligentemente emocional para aceptar el dolor que provocan sus
equivocaciones. Ahora has gestado un nuevo hombre o una nueva mujer impregnada (o) de HUMANIDAD,
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