Al nacer el niño asocia los actos de comida y amor. Se
convierten en dos caras de la misma moneda. Su objeto de amor y su objeto
alimenticio es el mismo. No sólo la madre, sino el pecho en particular: el niño
consigue del pecho el alimento, el calor y la sensación de amor.
Hay una diferencia: cuando la madre ama al niño, el pecho
tiene una sensación y una vibración diferentes. La madre disfruta dando de
mamar al niño. Si la madre ama de verdad al niño, entonces siente una alegría
casi orgásmica. Sus pechos son muy sensitivos; son las zonas más eróticas de su
cuerpo. Ella empieza a brillar y el niño puede sentirlo. El niño percibe el
hecho de que la madre está disfrutando. Ella no está sólo alimentándole, está
disfrutando alimentar al amor.
Pero cuando la madre le da el pecho sólo por necesidad, entonces
el pecho está frío; no tiene calor. La madre no está a gusto, tiene prisa.
Quiere quitarle el pecho cuanto antes. Y el niño lo siente. Es muy evidente que
la madre está fría, que no es amorosa, no es cálida. No es una madre de verdad.
El niño parece no deseado y por lo tanto se siente no deseado.
El niño sólo se siente querido cuando la madre disfruta alimentándole
de su pecho, cuando esto se convierte casi en una relación amorosa. Sólo
entonces el niño siente el amor de la madre, se siente necesitado por la madre.
Y que la madre le necesite es como decir que la existencia le necesita porque
su madre es toda su existencia: él conoce la existencia a través de su madre.
Todas sus ideas acerca de su madre serán sus ideas acerca del mundo.
Un niño que no ha sido amado por su madre se encontrará alienado
en la existencia; se sentirá marginado, como un extraño. No será capaz de
confiar en la existencia. Ni siquiera pudo confiar en su propia madre, ¿cómo va
a confiar en nadie más? La confianza se hace imposible. Duda, sospecha; está
continuamente en guardia, con miedo, asustado. Encuentra enemigos por todos
lados, competidores. Constantemente tiene miedo de ser aplastado y destruido.
No le parece que el mundo sea su casa en absoluto.
Si la madre está feliz y disfruta alimentando al niño,
entonces el niño nunca come demasiado porque confía; sabe que la madre está
ahí. Siempre que tenga hambre sus necesidades serán satisfechas. Nunca come
demasiado.
Un niño bien amado permanece sano. No es ni gordo ni delgado;
mantiene un equilibrio.
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