viernes, 20 de enero de 2012

comida - amor

Al nacer el niño asocia los actos de comida y amor. Se convierten en dos caras de la misma moneda. Su objeto de amor y su objeto alimenticio es el mismo. No sólo la madre, sino el pecho en particular: el niño consigue del pecho el alimento, el calor y la sensación de amor.
Hay una diferencia: cuando la madre ama al niño, el pecho tiene una sensación y una vibración diferentes. La madre disfruta dando de mamar al niño. Si la madre ama de verdad al niño, entonces siente una alegría casi orgásmica. Sus pechos son muy sensitivos; son las zonas más eróticas de su cuerpo. Ella empieza a brillar y el niño puede sentirlo. El niño percibe el hecho de que la madre está disfrutan­do. Ella no está sólo alimentándole, está disfrutando alimentar al amor.
Pero cuando la madre le da el pecho sólo por necesidad, enton­ces el pecho está frío; no tiene calor. La madre no está a gusto, tie­ne prisa. Quiere quitarle el pecho cuanto antes. Y el niño lo siente. Es muy evidente que la madre está fría, que no es amorosa, no es cálida. No es una madre de verdad. El niño parece no deseado y por lo tanto se siente no deseado.
El niño sólo se siente querido cuando la madre disfruta ali­mentándole de su pecho, cuando esto se convierte casi en una re­lación amorosa. Sólo entonces el niño siente el amor de la madre, se siente necesitado por la madre. Y que la madre le necesite es como decir que la existencia le necesita por­que su madre es toda su existencia: él conoce la existencia a través de su madre. Todas sus ideas acerca de su madre serán sus ideas acerca del mundo.
Un niño que no ha sido amado por su madre se encontrará alie­nado en la existencia; se sentirá marginado, como un extraño. No será capaz de confiar en la existencia. Ni siquiera pudo confiar en su propia madre, ¿cómo va a confiar en nadie más? La confianza se hace imposible. Duda, sospecha; está continuamente en guardia, con miedo, asustado. Encuentra enemigos por todos lados, compe­tidores. Constantemente tiene miedo de ser aplastado y destruido. No le parece que el mundo sea su casa en absoluto.
Si la madre está feliz y disfruta alimentando al niño, entonces el niño nunca come demasiado porque confía; sabe que la madre está ahí. Siempre que tenga hambre sus necesidades serán satisfe­chas. Nunca come demasiado.
Un niño bien amado permanece sano. No es ni gordo ni delga­do; mantiene un equilibrio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por dejarme tus comentarios