Si
miras las caras de los niños cuando llegan, nuevos de la fuente misma de la
vida, percibirás una cierta presencia que no puede ser nombrada; es innombrable
e indefinible.
El
niño está vivo. No puedes definir su vitalidad, pero está allí, puedes
sentirla. Hay tanta que por más ciego que estés no podrás perdértela. Es
fresca. Puedes oler la frescura alrededor del niño. Sin embargo esa fragancia,
poco a poco va desapareciendo.
Había
llegado con una inmensa fragancia, inconmensurable, indefinible, innombrable.
No podrás encontrar algo más profundo que mirar a los ojos a un niño. Los ojos
de un niño son un abismo, una claridad, una iluminación. Desafortunadamente la
sociedad va destruyéndolos, será tan sutil y transparente que ante los ojos de
ella será casi imposible percatarse,
pronto sus ojos serán sólo superficiales; debido a las capas y capas de
condicionamiento o sufrimiento, esa profundidad, esa inmensa profundidad habrá
desaparecido mucho antes. Solo quedara el recuerdo su cara original. Voltea
mirarte al espejo y pregúntate: acaso: mi
cara aun posee esa mirada angelical?
El
niño es consciente pero sin pensamientos. Esa es la cara original del niño.
Una
vez ésa también fue tu cara, y a pesar de que la has olvidado, todavía está
ahí en tu interior, esperando ser redescubierta algún día. Estoy diciendo
redescubierta porque la has descubierto muchas veces en tus vidas pasadas…y una
y otra vez la has vuelto a olvidar.
Quizá
incluso en esta vida ha habido momentos en los que has estado muy cerca de
conocerla, de sentirla, de serla. Pero el mundo y sus contaminaciones están
demasiado presentes en nosotros. Su atracción es muy grande, y nos atrae en
mil y una direcciones. Te está atrayendo en tantas direcciones que te fragmenta
diariamente. Es un milagro cómo la gente sigue arreglándoselas para mantenerse
de una pieza. Si no fuera así, una de sus manos iría hacia el norte, la otra
iría hacia el sur, su cabeza iría hacia el cielo; todas las partes saldrían
volando por todos lados.
Sin
duda es un milagro cómo te las arreglas para mantenerte de una pieza. Quizá la
presión de todos lados es tanta que tus manos, tus piernas y tu cabeza no
pueden volar. Eres presionado por todos lados imantándote a la vida para
continuar.
Incluso
si por casualidad sucede que te encuentras con tu cara original, no serás capaz
de reconocerla, te será totalmente extraña. Quizá te la estés cruzando de vez
en cuando, por casualidad, pero ni siquiera le dices «¡Hola!» Es un extraño y
quizá, en el fondo, hay un cierto temor corno el que sientes hacia cualquier
extraño.
Y cómo podemos salvar el rostro original de nuestros hijos.
No tienes que hacer nada directamente.
Todo lo que hagas directamente será
una interferencia.
Tienes que aprender el arte de no hacer.
Es un arte muy difícil. No es algo que tengas que hacer para
proteger, o para salvar, el rostro original del niño. Cualquier cosa que hagas
distorsionará el rostro original. Tienes que aprender a no hacer; tienes que
aprender a mantenerte alejado, fuera del camino del niño. Tienes que ser muy
valiente para esto, porque dejar al niño solo es arriesgado. Estoy hablando de
la independencia emocional del niño, de ser altamente sensible para observar el
carácter de tu hijo para guiar su inteligencia emocional y erradicar los
exabruptos emocionales del adulto. Para ello se requiere de una altísima
tolerancia, lo cual si la miras como una oportunidad: el rostro del niño, también fue tu rostro, solo déjalo aflorar
nuevamente.
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