viernes, 16 de diciembre de 2011

tu cara y la cara del niño

Si miras las caras de los niños cuando llegan, nuevos de la fuen­te misma de la vida, percibirás una cierta presencia que no puede ser nombrada; es innombrable e indefinible.
El niño está vivo. No puedes definir su vitalidad, pero está allí, puedes sentirla. Hay tanta que por más ciego que estés no podrás perdértela. Es fresca. Puedes oler la frescura alrededor del niño. Sin embargo esa fragancia, poco a poco va desapareciendo.
Había llegado con una inmensa fragancia, inconmensurable, indefinible, innombrable. No podrás encontrar algo más profundo que mirar a los ojos a un niño. Los ojos de un niño son un abismo, una claridad, una iluminación. Desafortunadamente la so­ciedad va destruyéndolos, será tan sutil y transparente que ante los ojos de ella será casi imposible percatarse,  pronto sus ojos serán sólo superficiales; de­bido a las capas y capas de condicionamiento o sufrimiento, esa profundidad, esa inmensa profundidad habrá desaparecido mucho antes. Solo quedara el recuerdo su cara original. Voltea mirarte al espejo y pregúntate: acaso: mi cara aun posee esa mirada angelical? 
El niño es consciente pero sin pensamientos. Esa es la cara original del niño.
Una vez ésa también fue tu cara, y a pesar de que la has olvida­do, todavía está ahí en tu interior, esperando ser redescubierta al­gún día. Estoy diciendo redescubierta porque la has descubierto muchas veces en tus vidas pasadas…y una y otra vez la has vuelto a olvidar.
Quizá incluso en esta vida ha habido momentos en los que has estado muy cerca de conocerla, de sentirla, de serla. Pero el mun­do y sus contaminaciones están demasiado presentes en nosotros. Su atracción es muy gran­de, y nos atrae en mil y una direcciones. Te está atrayendo en tantas direcciones que te fragmenta diariamente. Es un milagro cómo la gente sigue arreglándoselas para mantenerse de una pieza. Si no fuera así, una de sus manos iría hacia el norte, la otra iría hacia el sur, su cabeza iría hacia el cielo; todas las partes saldrían volando por todos lados.
Sin duda es un milagro cómo te las arreglas para mantenerte de una pieza. Quizá la presión de todos lados es tanta que tus manos, tus piernas y tu cabeza no pueden volar. Eres presionado por todos lados imantándote a la vida para continuar.
Incluso si por casualidad sucede que te encuentras con tu cara original, no serás capaz de reconocerla, te será totalmente extraña. Quizá te la estés cruzando de vez en cuando, por casualidad, pero ni siquiera le dices «¡Hola!» Es un extraño y quizá, en el fondo, hay un cierto temor corno el que sientes hacia cualquier extraño.
Y cómo podemos salvar el rostro original de nuestros hijos.
No tienes que hacer nada directamente.
Todo lo que hagas directamente será una interferencia.
Tienes que aprender el arte de no hacer.
Es un arte muy difícil. No es algo que tengas que hacer para proteger, o para salvar, el rostro original del niño. Cualquier cosa que hagas distorsionará el rostro original. Tienes que aprender a no hacer; tienes que aprender a mantenerte alejado, fuera del ca­mino del niño. Tienes que ser muy valiente para esto, porque dejar al niño solo es arriesgado. Estoy hablando de la independencia emocional del niño, de ser altamente sensible para observar el carácter de tu hijo para guiar su inteligencia emocional y erradicar los exabruptos emocionales del adulto. Para ello se requiere de una altísima tolerancia, lo cual si la miras como una oportunidad: el rostro del niño, también fue tu rostro, solo déjalo aflorar nuevamente.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por dejarme tus comentarios