viernes, 23 de diciembre de 2011

rostro original

El rostro original del niño es tan valioso que cualquier problema vale la pena. Es tan valioso que, pagues lo que pagues, sigue siendo barato; no te está costando nada. Y qué alegría el día que te encuen­tras a tu hijo con su rostro original intacto, con la misma belleza que trajo al mundo, la misma inocencia, la misma claridad, la misma ale­gría, jovialidad, la misma vitalidad... ¿Qué más puedes pedir?
Tú no le puedes dar nada al niño, sólo puedes tomar. Sí real­mente quieres hacerle un regalo al niño, éste es el único posible: no interfieras. Arriésgate y deja que el niño se adentre en lo desco­nocido, en lo inexplorado. Es difícil. Un gran temor paraliza a los padres: ¿quién sabe qué le puede pasar al niño?
Respeta a los niños, hazles intrépidos.               
Pero si tú mismo estás lleno de miedo, ¿cómo vas a hacerles in­trépidos?
No les impongas el respeto hacia ti porque eres su padre, su papá, su mamá, esto y aquello.
Cambia esta actitud y mira la transformación que el respeto puede aportar a tus hijos
Si los respetas, te escucharán con más atención. Si los respetas, tratarán de entenderte a ti y a tu mente con más atención. Tienen que hacerlo. Y de ninguna manera les estás imponiendo nada; por eso si al entenderlo sienten que estás en lo cierto y te hacen caso, no perderán su rostro original.
El rostro original no se pierde por actuar de una cierta manera. Se pierde por obligar a los niños en contra de su voluntad.
El amor y el respeto pueden ayudarles dulcemente a entender mejor el mundo, puede ayudarles a estar más alerta, conscientes, atentos, porque la vida es preciosa y es un regalo de la existencia.

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