viernes, 2 de diciembre de 2011

la sexualidad infantil


Cuando el niño nace es un narcisista. Ama inmensamente su cuerpo, y esto es hermoso; sólo conoce su cuerpo. Simplemente con chuparse el dedo pulgar está eufórico. Fíjate en un niño chapándose el dedo: qué euforia hay en su cara, simplemente jugando con su cuerpo, intentando meterse el dedo gordo del pie en la boca, haciendo un círculo con la energía. Cuando el niño se mete el dedo gordo del pie en la boca se crea un círculo y la energía se empieza a mover en círculo. La energía circula naturalmente en el niño y él lo disfruta, porque cuando la luz circula se produce una gran ale­gría en el interior
El niño juega con sus órganos sexuales sin saber que son órga­nos sexuales. Todavía no ha sido condicionado; percibe su cuerpo como una unidad. Y, sin duda, los órganos sexuales son la parte más sensible de su cuerpo. Realmente disfruta tocándoselos, ju­gando con ellos.
Y es aquí donde la sociedad entra en la psique del niño: «¡No te toques!» «No» es la primera palabra sucia, la primera palabrota. Y a partir de esta palabra surgen muchas otras: no puedes, no debes, todas ellas son palabrotas.
Para nuestras mentes condicionadas... cuando el niño está tocándose el órga­no sexual es malo, le quitamos la mano creando culpabilidad en el niño.
En este momento hemos comenzado a destruir su sexualidad natural. En este momento hemos comenzado a envenenar la fuen­te original de su alegría, de su ser. En este momento estamos creando hipocresía en él; se volverá diplomático. Cuando estén sus padres delante no jugará con sus órganos sexuales. Acaba de hacer aparición la primera mentira; no puede ser sincero. Acaba de ente­rarse de que si es sincero consigo mismo, si se respeta a sí mismo, si respeta su propia alegría, si respeta su propio instinto, sus padres se enfadan.
El niño es el fenómeno del mundo más sujeto a la explotación. No ha habido ninguna otra clase tan explotada como el niño. No puede hacer nada: no puede organizarse en sindicatos para luchar contra sus padres, no puede ir a los juzgados, no puede apelar al gobierno. No tiene ninguna manera de protegerse a sí mismo del ataque de los padres.
Ha tenido lugar el primer trauma. A partir de ahora el niño nunca será capaz de aceptar su sexualidad de manera natural, con alegría. Una parte de su cuerpo no es aceptable, una parte de su cuerpo es fea, una parte de su cuerpo no merece ser parte de su cuerpo; la rechaza. Profundamente, en su psicología comienza a castrarse, y la energía retrocede. La energía no fluirá tan natu­ralmente como solía fluir antes de que ese «no» ocurriese.
Si al niño se le permite esta fase natural de autoexploración pasará a tomar conciencia de manera normal a identificar su sexo. Llegando a ser  un hombre que ha superado la autosexualidad, y entonces será bastante capaz y maduro para enamorarse de una mujer, que es un mundo totalmente diferente, una química, una psicología y una espiritualidad diferentes. Entonces es capaz de jugar con ese mundo diferente, con ese organismo diferente y viceversa.

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